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viernes, 5 de agosto de 2011

La conocí hace tanto tiempo que ya no lo recuerdo


La conocí hace tanto tiempo que ya no lo recuerdo. Me gustaría decir que era mi  mejor amiga del instituto. O que me la presentó un amigo del instituto vecino. No fue así.

Fue en una obra de teatro amateur. Ella era una de las actrices. No podías creer que el foco no la iluminara todo el tiempo a ella. Lo cierto es que daba igual. Ella brillaba.

Recuerdo una secuencia en la que iban andando cubiertos con sábanas. El autor sabría por qué.  Ella sola, andando, era un espectáculo en sí misma. Le daba sentido a aquella secuencia absurda con ese andar elegante, como de modelo.

Después de la obra, mis amigos y yo nos tomamos una cerveza en un bar cercano. Justo donde el elenco decidió cenar. No sé bien por qué terminamos hablando ¿Quien sabe esas cosas? Solo sé que el fondo de sus ojos negros brillaba con una energía que no creo que los científicos hayan descubierto en ningún otro lugar del universo. Quizás la materia oscura de la que tanto hablan.

Pasé un fin de semana con ella que no sabría describir. Atesoro los segundos de aquel fin de semana. Todavía recuerdo cuando salí el lunes de aquel pisito alquilado por la compañía entre las calles torcidas del centro, mientras las golondrinas saludaban al sol. Solo por aquello valdría la pena haber vivido.

Ella era una gran estrella. Ella lo sabía. Era difícil explicarle que la mayoría de gente tenía trabajos aburridos, como conductor de autobús o ayudante de notario. O quizás director de banco. Ella tenía sus sueños. Ella era arte y lo sabía. Quién era yo para decirle que no.

Empecé una carrera. La terminé. Uno de esos estudios absurdos y aburridos que en el mejor de los casos te sirven para ganarte la vida. Mientras tanto, ella estudiaba ballet y canto, soñando con transmitir a la gente su mensaje. Nos veíamos de vez en cuando, y cuando lo hacíamos, mi vida era un poco menos vacía, menos gris.

La primera vez que la vi de primera bailarina de un gran artista nacional, recuerdo lo orgulloso que estaba. Ni siquiera recuerdo quien era él. Puede que fuera Alejandro Sanz, o quizás Melendi. Solo recuerdo lo guapa que estaba ella. No podía creer que alguien le pagara por quitarle la luz. No pensé que nadie pagara el precio de la entrada por verle a él.

Después de eso hicimos el amor. Toda la noche. 'Quizás', dijo ella. Al día siguiente partió para Miami.

El tiempo pasó, como no tiene más remedio que hacer. Las hojas del calendario cayeron, igual que las de los álamos. Yo terminé mi carrera, y encontré un trabajo como ayudante de un notario. Ahí supe que nunca iba a salvar el mundo de nada, ni pintar una nueva versión de la Mona Lisa con una sonrisa más amplia. Mi vida estaba en otro sitio.

En el proceso supongo que me convertí en un tipo más interesante. Nunca te avisan de eso. Me gustaría que las chicas que me rechazaron en el instituto me hubieran dicho 'todavía no, pero algún día'. Las mujeres empezaron a hacerme caso, pero a mí me daba igual. Si se trataba de pasar el rato, me podía valer cualquier cosa. Pero para algo más serio, yo ya tenía a mi chica, y ninguna se podía acercar a su vuelo. Ella volvía de vez en cuando, y me hacía sentirme una estrella. Quizás yo no era tan interesante, solo nos conocíamos de antes.

Para cuando yo empecé a trabajar en un banco, ella ya era primera bailarina de una estrella internacional. Puede que fuera Lady Gaga, puede que fuera Madonna. ¿Quién las miraba? Solo estaba ella. Por la noche, después del espectáculo, ella era la niña que yo conocía bien, con sus inseguridades y sus miedos. 'Abrázame', me decía. Y yo sabía que ella era solo mía.

Para cuando me convertí en gerente de grandes cuentas, ella ya tenía su propio número. Y su propio nombre. Y a mí me daban ganas de gritarle a la gente 'ella me pertenece, la conozco antes que vosotros; yo ya sabía lo buena que era'. Pero no podía. Porque mientras yo estaba con los pies en el suelo, ella volaba por encima de las nubes con los aviones comerciales. Yo la vi antes, no me podéis quitar eso.   

Cada vez que la veo en la tele, o en las portadas, me hace gracia. Sé lo que ven los demás. Yo solo veo a mi niña, la misma de siempre. Esa que fotografían con la última estrella de Hollywood. Cuando le pregunto sobre ellos me dice 'son como tú y como yo, también se sienten solos a veces'. Y yo me río.

Ahora llevo mi propia sucursal. Mi madre estaría orgullosa de mí, ya soy un hombre con carrera. Y cuando la veo en la tele me dan ganas de contarle a todo el mundo que es mía. Pero ¿quién me iba a creer? Me conformo con verla de vez en cuando. Me sorprende que a nadie le extrañe que Albacete haya pasado a estar en los circuitos internacionales de conciertos. Toca bastante aquí, justo entre Madrid y Barcelona.

Me gustaría decir que me siento celoso cuando la veo en las revistas fotografiada con este o aquél actor. Me gustaría decir que me impresiona verla bailando en la entrega de los Oscars. Nada de esto sería cierto. Siempre supe que el cielo era su límite. Y sin embargo, la chica a la que veo de vez en cuando es una chica normal, como tú y como yo. Quizás solo un poco mejor. Con ese brillo detrás de sus ojos negros. Y esa sonrisa de niña. 'Abrázame'.

La conocí hace tanto tiempo que no lo recuerdo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Rock and roll star.


Yo podría ser estrella de Rock and Roll. Podría ser un gran artista. Podría haber sido un gran pintor o un director de cine. No me culpéis por haber tratado de ser decente y formar una familia. No fue mi culpa, seguí un mal consejo de mi padre.

No nos engañemos papá, somos bohemios. Allá donde haya una botella de whiskey y alguien con ganas de juerga, allá estaremos nosotros. Que jodan a las nóminas y a la familia.

Somos libres papá. Nunca lo olvides.

Te quiero, papá. Seguro que hasta mamá te echa de menos a veces.

Dice que cada vez me parezco más a ti.

Me empieza a gustar como suena.

martes, 7 de diciembre de 2010

Último minuto

Se supone que cuando vas a morir, ves pasar toda tu vida ante ti. Creo que eso no debe ser del todo cierto. Cuando descubro que mi vida va a terminar, lo único que veo pasar ante mí es una carretera, dando vueltas alrededor de mi coche, y un guardarraíl cada vez más cerca. Al principio pienso que me voy a estampar contra un árbol y ahí acabará todo. Luego veo que voy a pasar justo por un hueco entre dos árboles. "Mucho mejor" pienso "voy a caer por el terraplén, fantástico; al menos va a ser espectacular". No puedo dejar de pensar en si el coche explotará como hacen en las películas, o simplemente se quedará boca abajo, echando humo, con las ruedas en movimiento hasta que finalmente se detengan. A mí me dará igual, claro, porque asumo que habré muerto antes de eso por el impacto y no me enteraré.

Entonces me doy cuenta de que todo pasa muy despacio. Quiero decir realmente muy despacio. Todavía no he alcanzado el guardarraíl y parezco llevar aquí una hora pensando en mis cosas. Voy tan despacio que parece que cuando vaya a chocar contra él, el coche simplemente se detendrá sin hacer ruido. Y sin embargo esto no sucede. Cuando finalmente lo alcanza, éste se deshace como si fuera de mantequilla, apartándose mansamente a su paso. Sin hacer ningún ruido, eso sí. Es curioso lo silencioso que está todo.

Trato de recordar como he llegado hasta aquí, pero no soy capaz de hacerlo. Como si de un sueño se tratara, no soy capaz de recordar el principio. Eso me hace pensar que quizás que sea un sueño, pero descarto en seguida la idea porque todo es muy real. De hecho, demasiado real. Soy capaz de oler los pinos a los que me acerco como si estuvieran debajo de mi nariz. Incluso puedo oler un fondo de goma quemada -de los neumáticos, supongo- que por lógica debería estar demasiado detrás de mí como para poder olerlo. Puedo contar las gotas de agua que hay en el cristal delantero, e incluso las que brillan en las agujas de los pinos. Sus cortezas tienen grietas que parecen tener metros de profundidad, y en ellas puedo ver hormigas, paradas, expectantes ante mi suerte. Si fijo mi mirada en el horizonte veo las nubes como si estuvieran a un metro de mí. La realidad parece mucho más definida de lo normal, como si mi cerebro supiera que va a ser la última imagen que va a captar y tratara de aprehenderla hasta el último detalle. Es divertido que perciba el mundo mucho más real que nunca justo antes de dejar de percibirlo para siempre.

Trato de distraerme moviéndome hacia atrás en el tiempo para ver si así soy capaz de descubrir cómo ha pasado esto. Recuerdo haber perdido el control del coche, aunque no sé cómo, y que noté como las ruedas dejaban seguir la trayectoria de la carretera justo antes de que el coche comenzara a girar como una peonza. Recuerdo haber pensado que menuda suerte que no hubiera nadie en el otro carril, hasta que me doy cuenta de que si sigo dando vueltas ese será el menor de mis problemas, porque la carretera presenta una curva unos metros más adelante y mi coche sigue girando sobre sí mismo mientras se dirige a ella en línea recta. Me llama la atención no marearme, aunque supongo que todo pasa demasiado deprisa para eso.

Antes de eso, recuerdo haber conducido como un loco. Los vehículos pasaban a mi lado como si estuvieran parados mientras los adelantaba. Los que iban en el sentido contrario casi ni los veía. No recuerdo haber tenido tanta prisa, al parecer estaba furioso. ¿Qué puede haberme puesto tan furioso? ¿Importa ya? Lo dudo. En estos momentos abandono la carretera entre los árboles y paso a gravedad cero. Pienso que el impacto va a ser inminente, aunque diría que el tiempo pasa cada vez más despacio. ¿Es así la muerte? ¿Quizás sea esto el purgatorio? Aparentemente voy a pasar los próximos años de mi vida (¿siglos, tal vez?) viendo cada vez más lentamente como me estrello contra el suelo por mi propia idiotez. Tiene sentido, claro.

Me pregunto qué dejo detrás de mí. ¿Tenía familia, amigos? ¿Un buen trabajo? ¿Algún secreto que me hubiera gustado que no se supiera y que se descubrirá inevitablemente en cuanto alguien se ponga a mirar en mis cosas? Lo desconozco. Solo existe aquí y ahora. Como siempre debería haber sido, supongo.

Ahora me arrepiento de haber sido tan imbécil. ¿Deseaba mi propia muerte? Supongo que sí ¿Qué sentido tiene eso? Ahora que mi mente se aferra a cada nanosegundo entiendo el valor de la vida. Sé que no volveré a ver un amanecer, o una puesta de sol, estar en una playa, o escuchar un pájaro. Y me alegro de poder oler estos pinos, esta carretera mojada. Me gustaría poder estar aquí siempre, a falta de algo mejor. ¿Por qué siempre nos damos cuenta de las cosas tarde? Tendríais que ver esta vista...

jueves, 2 de diciembre de 2010

Cherokee

Cuando la conocí, yo acababa de salir de una relación larga -la cuarta de mi vida- y no estaba buscando a nadie. Mi definición de relación larga en aquel momento era toda aquella que pasaba de los tres años y no llegaba a los cuatro. El hecho de que pusiera el corte en los tres no es tan significativo como el de que no tuviera un nombre para una relación que pasara de los cuatro. Probablemente no veía necesario tener un nombre para ello, teniendo en cuenta que seguramente nunca la alcanzaría. Lo cierto es que empezaba a plantearme que quizás el problema sí que fuera yo de verdad -como siempre les decía- y no ellas -como realmente pensaba.

Cuando llegó a la oficina destacó en seguida. Al parecer se dedicaba a algo relacionado con el diseño gráfico, motivo por el cual, tanto la jefa de recursos humanos como el director pasaron por alto lo excéntrico de su imagen. Sospecho que incluso pensaron que le daba un toque 'cool' a la empresa. Para mí no era 'cool' en absoluto. Más bien parecía que salía un bar de motoristas. De darles una paliza, probablemente. Aquí supongo que tendría que matizar que a mis compañeros les pareció en seguida una chica muy guapa. Bueno, así es como lo voy a expresar yo. Ellos utilizaban otro tipo de expresiones acompañadas a menudo con gestos bastante gráficos. Digamos que lo primero que supimos de ella es que la chica era llamativa. Lo segundo fue que no le agradaban demasiado los elogios de su belleza. Al menos no en los términos en los que acostumbraban a realizarse en mi oficina -un antro casi exclusivamente masculino más cargado de testosterona que la sala de pesas de un gimnasio. Y que no le importaba utilizar el lenguaje de una manera creativa para cortar aquel tipo de conducta. Por lo que me comentaron, sus respuestas fueron de lo ingenioso a lo cruel, pasando por algunas expresiones que habrían hecho enrojecer al portero de un club de carretera. Supongo que eso desanimó a la mayoría de mis compañeros, aunque un par de ellos siguieron haciéndolo no sé ya si por seguir intentando o por la emoción de aprender nuevas expresiones que poder utilizar luego en el bar.

Se ganó casi inmediatamente el sobrenombre de Cherokee, que yo inocentemente achaqué a su aspecto. Tiempo después alguien empezó a decir que era porque si le parecía que la habías mirado mal era capaz de arrancarte la cabellera, aunque yo sospecho más bien que siendo vasca y borde, a alguien le pareció apropiado ponerle el apodo de un Etarra. La gente es así de simple.

Por lo demás, a pesar de que no era mucho de mi estilo, tengo que reconocer que la chica cuando estaba callada -es decir, cuando no estaba soltando veneno por la boca- era bastante guapa. Supongo que tendría que decir más bien muy guapa, teniendo en cuenta que lo era de un modo totalmente natural -y casi se diría que a su pesar- ya que no se molestaba lo más mínimo en resaltar su belleza. Llevaba una larga melena que le llegaba casi hasta el final de la espalda -creo que su única concesión a la estética- de un cabello castaño casi negro, que parecía liso natural -era difícil imaginarse a esa chica levantándose antes de lo normal para alisárselo solo para tener mejor aspecto. Sus ojos eran color miel y era bastante alta. Su piel tenía un bonito color bronce y un tatuaje bastante grande que comenzaba en el hombro y se perdía debajo de la camiseta. No voy a hablar de sus curvas porque me parece que sería incorrecto. Me limitaré a mencionar que estaban ahí, y en las localizaciones adecuadas. Nunca se maquillaba y su modo normal de vestir eran unos tejanos negros desgastados y rotos, camiseta negra sin mangas, botas de montar y chupa de cuero. En alguna ocasión le vi cambiar los tejanos negros por otros azul claro y la camiseta por otra igual pero blanca y reconozco que a pesar de la ausencia de alardes estilísticos, era difícil resistirse a seguirla con la mirada.

Yo la verdad es que siempre mantuve las distancias con ella. Su trabajo no tenía nada que ver con el mío, así que era difícil que nos cruzáramos más allá de alguna vez en la fotocopiadora o en la máquina de café. No tenía ningún interés en jugar al mismo juego que mis compañeros y la verdad es que mi trabajo me absorbía bastante en aquel momento -o yo quería que fuera así. Un día, coincidimos en la máquina de café. Pensé que nos limitaríamos al típico 'hola' de cortesía.

-¿Se puede saber por qué tú no has intentado nada conmigo?

-¿Yo? Pues, no sé, la verdad. Supongo que no eres mucho mi tipo -me estudió detenidamente como si no supiera como tomarse aquello.

-¿En serio? -pareció dudar.

-Creo que no. Demasiado agresiva. He visto como tratas a mis compañeros.

-Tus compañeros son idiotas -no pude evitar reírme.

-En eso te doy la razón. Yo al menos no tengo que aguantar que me acosen- Esta vez fue ella la que se rió.

-¿Entonces tú no vas a intentarlo?

-No, quédate tranquila, en serio. Creo que con ellos tienes bastante -me estudió de nuevo como si no supiera en que especie clasificarme y se fue con su café.


Durante los siguientes días cuando nos cruzamos empezamos a hablar algo. A menudo comentarios intrascendentes. A veces bromas tontas. Finalmente otro día se plantó ante mi mesa.

-¿Tienes algo que hacer el viernes?

-Bueno... -dudé un poco- Tenía un par de películas para ver. ¿Por qué lo dices?

-Te vienes conmigo. Te recojo a la salida del curro. Y no hace falta que cojas coche, conduzco yo -y se fue sin darme tiempo a decirle que de todos modos, no tenía.


El viernes cuando apareció, me dio algo parecido a un orinal pero en color negro mate y con una cruz gris estampada que me sonaba vagamente haber visto en alguna película antigua de guerra.

-¿Qué es esto?

-Tu casco. Espero que te venga bien.

-¿Vamos a ir en moto?

-Claro. No me dirás que te dan miedo...

-Vale, no te lo digo.

Al acabar la jornada, me llevó al parking de la empresa.

-¿Tienes plaza de garaje? Pero si eres la última que ha llegado...

-No, lo que tengo es una tarjeta de aparcamiento que nadie reclama. Bueno, ¿estás listo?

-Creo que no -dije al ver aparcada una moto algo más grande de lo que esperaba. Bueno, ya había supuesto que no manejaría un ciclomotor, pero no estaba seguro de que una chica de su peso fuera capaz de manejar aquello, y menos conmigo encima. No se lo dije, claro.

-Vale. Pero no corras mucho, no tengo tanta confianza contigo como que me escuches gritar como una niña -aquella idea pareció hacerle mucha gracia.


Me llevó a un bar ante cuya puerta había un completo muestrario de motos, donde todo el mundo parecía conocerla y muchos de los parroquianos la saludaban chocando el puño con ella como hacen los jugadores de rugby en las películas americanas. Noté como varios de ellos me miraban con desconfianza. Al llegar a la mesa, vino una camarera rubia de grandes pechos a tomarnos el pedido.

-A mí ponme un tanque y un tequila. ¿Tú que vas a tomar?

-Coca cola, gracias -las dos me miraron con cara de sorpresa. -Bueno, no soy mucho de beber ¿pasa algo?

La camarera se dirigió a ella y le dijo: "tía, cada vez te traes a gente más rara".

-Ya te digo...


Bueno, al final sí que me tomé un par de cervezas. Y creo que un par de tequilas, también. No lo recuerdo todo de aquella noche, la verdad. Solo sé que cuando nos levantamos para irnos a casa me dijo:

-¿Hay alguien a quien tengas que avisar de que no vas a dormir a casa?

-No, vivo sol... ¿no voy a dormir en casa?

-No. A menos que eso suponga un problema.

-Tienes una manera rarísima de decir las cosas. ¿Ya no es costumbre preguntar antes si tengo novia o algo así?

-Me importa una mierda si estás casado o vives con tu madre. Es tarde y he bebido bastante, así que no me apetece llevarte a tu casa. Lo único que no quiero es que alguien llame a la policía porque no has aparecido en toda la noche... Eso sí, no te hagas ilusiones. Que duermas en mi casa no te garantiza que me vaya a acostar conmigo.

-¿No me garantiza? -pregunté yo, cada vez menos seguro de nada.


Podría contar que cuando llegamos a su casa le arranqué toda la ropa y le hice el amor violentamente, pero seguramente no me creeríais. Supongo que os lo creeríais mucho más si os digo que fue al revés. Da igual, porque yo soy un caballero y no voy a hablar de eso. Solo digamos que... estuvo bien.

Durante las siguientes semanas nos vimos más veces. A menudo el plan era parecido. A veces me recogía el sábado y entonces era imposible saber lo que iba a pasar. Podía acabar en una barbacoa rodeado de 40 moteros o haciendo puenting. Tengo que decir que durante ese tiempo no me aburrí demasiado. Yo no le preguntaba que hacía cuando no estaba conmigo y ella no lo hacía conmigo. Supongo que era bastante obvio para los dos que su manteníamos una relación (si es que se le podía aplicar ese nombre) abierta. Aunque probablemente su parte fuera más abierta que la mía.


Un día que saqué el tema me confesó que había dejado de ver a nadie más.

-¿En serio? -dije sinceramente sorprendido.

-Si -pareció ligeramente incómoda- Al parecer, tengo suficiente contigo. ¿Para qué complicar las cosas?

-Y entonces ¿por qué no nos vemos más? -pregunté yo.

-Bueno... no soy una chica acostumbrada a que me monopolicen. Supongo que he estado evitando meterme en una relación demasiado tiempo.

Creo que durante todo ese tiempo cada día que no la veía trataba de no pensar -pero pensaba- que cuando no estaba conmigo estaba por ahí de bares acostándose aleatoriamente con el tío que le apeteciera esa noche. A veces es curioso ver la imagen que nos construimos de la gente. A menudo malinterpretamos a la gente por no preguntar las cosas.

-Estás sonriendo -dijo.

-Perdón.

-No, me gusta. Me da un poco de miedo, pero me gusta.

-No estás muy acostumbrada a abrirte a los hombres.

-Bueno, eso...

-Quería decir a sincerarte, idiota -se rió. Me encantaba su forma de reír. Y de tomarme el pelo.

-No, supongo que no. No antes de ti.

-¿Es pronto para dejar un cepillo de dientes en tu casa, o que tú dejes uno en la mía?

-Mmm... espero que no estés pensando en presentarme a tu madre...

-No entres en pánico todavía. Solo he dicho lo que he dicho.

Supongo que es difícil hacer que dos personas que no creen en las relaciones establezcan una, así que nos limitamos a ir viendo que pasa. No sabemos realmente lo que somos. Cuando hablamos el uno del otro lo hacemos por nuestro nombre, puesto que no estamos seguros de que ninguno de los apelativos de 'pareja' existentes nos sienten bien. Bueno, tengo que reconocer que cuando hablo de ella con amigos suelo decir 'mi india', pero espero que no se entere nunca o me dará una paliza.

Reconozco que nunca tuve muchas esperanzas de que no me diera la patada en cuanto descubriera que estaba con alguien, pero la cosa es que seguimos adelante. Y cada vez me gusta más.

Al final sí que averigüé como se llamaba un periodo de más de tres años con un alguien. Se llamaba Ainara. Y no sé cuánto tiempo dura, pero espero que dure más de eso...

sábado, 13 de noviembre de 2010

Vacas y trenes

Somos vacas.  Viendo pasar trenes. Comiendo pasto. No necesitamos más. Comemos pasto. Vemos pasar trenes.

Se acerca un tren. ¿Parará si me pongo delante? ¿Se detendrá, siquiera? ¿Debería seguir comiendo pasto, o tratar de que se detenga?

El próximo tren que pase va a ser el último que pase. Voy a detenerlo

¿Me arrollará? ¿Me llevará con él?

Voy a ser filetes. Lo sé.

¿Que más da? No hay ninguna diferencia...

sábado, 30 de octubre de 2010

Sé que algún día iré al infierno por esto

Esta historia se escribió en mi cabeza mucho antes de Trabajos de pintura, aunque terminé escribiendo aquella antes. Viene a ser otro punto de vista de la misma historia, aunque va un poco más allá. Para todos los que pidieron una segunda parte, y a pesar de que dije que no lo haría, aquí está. Antes tenía otro final, pero lo he cambiado en el último momento.

Sé que algún día iré al infierno por todo esto. O peor todavía, me colgarán. Nunca he pretendido ser la mejor persona del mundo, pero si cometí errores ya pagué por ellos. Ahora trato de llevar una vida decente. Me mantengo limpio, y no me meto en líos. Si acaso algo de jarana con los chicos en el bar, pero nada más.

Para una vez que encuentro algo limpio y puro, he tenido que corromperlo.

Desde que salí de Edgefield me dediqué a subsistir a base de pequeñas chapuzas. Un día Mich, el del bar, me dijo que si me interesaba pintar la casa de los Olsen. Dije que sí, claro. Era un trabajo sencillo y me venía bien la pasta. "No la cagues", me dijo Mich. No supe a qué se refería.

Cuando conocí a Frank, el señor Olsen, me pareció un tipo agradable. Aburrido, probablemente honrado. Uno de esos tipos con pinta de no haberse emborrachado en su vida. Acordamos un precio y me dijo cuál era su casa. Le pedí prestada la camioneta al gordo para llevar la pintura (la mía seguía en el taller, Samuelson decía que no me la pensaba devolver hasta que le pagara el arreglo) y me dirigí allí.

La casa era agradable. Uno de esos sitios donde vive la gente decente. Pensé que yo podría haber tenido una vida así. Pero a quién pretendía engañar, yo no era como el señor Olsen.

Descargué el material y fui a devolver la camioneta. Al rato volví en la moto y me puse a trabajar. Me extrañó un poco que nadie saliera a recibirme. Pensé que quizás la señora Olsen había salido a comprar.

Llevaba ya un rato trabajando cuando me pareció ver algo moverse en una ventana. Sin dejar lo mío fijé mi atención en la del salón. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, la vi. Escondida detrás de las cortinas como una niña pequeña que espía a hurtadillas como sus padres hacen el amor. Era la cosa más hermosa que había visto en mi vida. A pesar de ser toda una mujer, tenía la mirada inocente de una niña de seis años. Cuando la vi me di cuenta de que solo había conocido a mujerzuelas. Y sin embargo no era como esas beatas estiradas que veía salir de la parroquia los domingos. Esta era distinta a todo. Se le notaba que tenía fuego en la mirada. Y que necesitaba un buen polvo tanto como yo.

Inmediatamente recordé las palabras de Mich, "no la cagues", y entonces comprendí. El cabrón debía conocer a la señora Olsen y sabía dónde me estaba metiendo. Menudo hijo de perra. Lo que iba a disfrutar por la tarde riéndose de mí, debió de pensar. Por otro lado, tenía razón. Yo necesitaba el trabajo, y no era buen momento de meterme en líos. "No la cagues, Doug", me dije.

Así que un día tras otro, me limité a hacer a mi trabajo. Iba y lijaba, desmontaba, pintaba... lo que fuera. Como si ella no estuviera. Hacía mi trabajo y me largaba al terminar. Nunca salió a decirme nada. Pero la notaba como me seguía con la mirada todo el rato. Como un conejillo asustado mira a la zorra desde su madriguera, sin atreverse a salir ni a correr. Sabiendo que es presa fácil y no tiene escapatoria.

Juro que nunca tuve intención de nada. Lo pensé, es cierto. Cómo podía no pensarlo. Soy un tipo normal. Mi sangre hierve como la de los demás. Y desde que salí de Edgefield solo había estado con furcias. Sentir el deseo real detrás de aquellos ojos azules me estaba volviendo loco. Me preguntaba quién de los dos era realmente la presa.

Aun así, juro que entré por casualidad. Un día, cuando ya llevaba bastante allí, descubrí que no había llevado nada para beber. Estaba empezando a apretar el calor y me moría de sed. Me dije que no mil veces, pero al final no pude más. "Solo quiero un vaso de agua, no es nada malo", me dije. Cuando llamé a su puerta ni me di cuenta de que no llevaba la camisa puesta.

Bien, no soy un tipo que esté acostumbrado a contenerse. No sería el tipo que soy si supiera hacer eso. Si me gusta algo, lo cojo. Pero esta vez, no. Sabía que tenía algo delante que era único y no quería mancharlo con mis manos sucias. Me dije "solo vas a mirarla, Doug; te tomarás tu vaso de agua y te largarás". Y la miré. Vi el fuego en sus ojos. Supe que no iba a ser tan sencillo.

Antes de entrar me hizo ponerme la camisa. Esto me hizo avergonzarme un poco. No había pensado que hubiera nada pecaminoso en ello, hasta que lo mencionó. Me puso tan nervioso que no acertaba con los botones. Tuve que hacerlo muy lentamente. Ella me miró todo el rato como si fuera una maestra, para darme mi premio o mi castigo. Cuando terminé se dio la vuelta para buscar mi vaso de agua. No pude evitar recrearme en ella. Dios, era un desperdicio dejar pasar algo así. Por debajo de su vestido de verano se podía imaginar más de lo que yo era capaz de soportar...

Me dio mi vaso de agua y lo bebí de un trago, como si fuera la primera vez que bebía en mi vida. Cuando terminé me preguntó "¿desea algo más?" y creo que perdí el control.

La besé ¿qué hubierais hecho vosotros? Tuve que besarla. Y juro que si ella me hubiera pedido que parara, lo hubiera hecho. Pero respondió. Vaya si respondió.

Lo lamento por su vestido, que no tuve la paciencia de desabrochar. Y por lo que hubiera encima de la mesa de la cocina, porque algo debí de romper. Pero juro que nunca vi a una mujer tan lista para aquello. Su cuerpo lo estaba pidiendo a gritos. Sospecho que le hice cosas de las que el señor Olsen no había oído ni hablar. Pero necesitaba hacérselas. Todas y cada una. Creo que la besé en sitios que él no había visto nunca a plena luz del día. Sé seguro que nunca le habían besado de esa manera por el gritito de sorpresa que soltó cuando metí la cabeza debajo de su falda. No paré hasta que volvió a gritar. Luego la coloqué encima de la mesa y le arranqué lo que le quedaba del vestido. No creo que ella lo hubiera hecho nunca encima de una mesa, y aun así, creo que fue la primera vez que lo hacía de verdad. Nunca olvidaré el rubor de sus mejillas cuando terminamos. Y su sonrisa. De repente era otra mujer. Había dejado de ser una niña.

Aquella no fue la única vez, claro. He tratado de resistirme todo lo que he podido, no quiero meterme en líos otra vez. Pero es muy difícil decirle que no a una mujer, y menos a una así. Le ha cogido el gusto y cada vez quiere más. No sé decirle que no a nada. Si me pidiera que matara por ella, lo haría.

Sé que un día iré al infierno por esto. Pero ella está mucho más guapa ahora de lo que lo ha estado nunca.

viernes, 16 de julio de 2010

La mañana siguiente

-¿Te vas? -dijiste levantando la cabeza ligeramente de la almohada con el pelo convertido en un desastre adorable.

Yo me estaba peleando con mis pantalones en ese momento. Tratando -y al parecer no consiguiendo- de vestirme en silencio en la habitación en penumbra.

-Si, es tarde. No quería despertarte.

Ella me miró durante un rato, divertida, mientras me peleaba con los botones de mi camisa. A la luz del único rayo de sol que entraba por la ventana estaba hermosa como no ha había visto nunca en la oficina. Casi la odiaba por estar tan guapa recién levantada.

-¿Tú mujer está en casa?

Miré el reloj instintivamente.

-No, está con sus padres. No llegará hasta las tres - Hice una pausa larga.

-Tenemos que dejar de hacer esto -dije.

-¿No te ha gustado? -dijo poniéndose de lado, y la sabana cayó un poco mostrando sus caderas como si un director hubiera repetido cien veces esa toma para que fuera perfecta. Noté como se me aceleraba el corazón y la sangre subía a mis mejillas.

-Claro que me ha gustado. Es sólo que no quiero que se complique más. Es todo muy complicado.

-¿Te preocupa que me enamore de ti? -dijo poniendo esa cara de niña traviesa que solo ella es capaz de poner y que hace que un escalofrío recorra mi columna.

-Si. Digo, no. Bueno, ya sabes que estoy casado -dije yo, sintiéndome el tipo más idiota del universo.

Entonces te reíste, y el sonido de tu risa era como el de un cántaro llenándose de agua fresca. Tus ojos brillaron y te salieron unos hoyuelos en tus mejillas que no había visto nunca en el trabajo. Me dieron ganas de besarte o de abofetearte, todo a la vez. Debería ser ilegal que una mujer tan guapa se acercara a más de cinco metros de un tipo como yo.

-¿Quién te dice que no estoy enamorada?

-¿Lo estás? -dije dejando de vestirme y sospecho que poniendo una cara que podría ser una mezcla de sorpresa, pánico y Dios sabe qué.

-No he dicho que fuera de ti, bobo -dijo solo por el placer de clavarme un cuchillo en las tripas y removerlo; no sé que cara puse, pero ella sonrió de lado y continuó -Mira, yo ya sabía que estabas casado la primera vez que me fui contigo. No me has engañado y yo no te he pedido nada.

Eso creo que me dejó algo confuso.

-Bueno, ya imagino que verás a otras personas...

-Hace más de un mes de la última vez. Puedes estar seguro de que he visto a otras personas. ¿Te vas a poner celoso por eso?

-Err... bueno, yo... supongo que no, claro.

Te reíste de nuevo.

-Eres muy divertido, ¿sabes?

-Pues la verdad es que no tenía ni la menor idea –dije terminando de abotonarme la camisa tratando de aparentar normalidad.

-Tu corbata y los zapatos deben estar en algún lugar del pasillo. ¿Te importa dejarme un par de cigarros antes de salir? Ayer se me terminó el tabaco.

-Vale. Nos vemos el lunes, entonces.

Salí de su apartamento perdido y confuso, sin saber donde me encontraba. Mientras trataba de orientarme levanté la vista y me pareció verla en la ventana, fumando mientras miraba en mi dirección. Quizás solo lo imaginé.

Cuando encontré mi coche seguía perdido y confuso.

domingo, 2 de mayo de 2010

Nunca pasó

Flashes de cosas que se que no han pasado nublan mi mente. Imágenes de cosas que no he visto. Recuerdos de algo que no hice.

Los médicos dicen que pasará. Sufrí algo terrible y mi mente se revela, dicen. Cada vez son mas borrosos con la ayuda de la medicación. Aún así, de vez en cuando una imagen de algo horrible asalta mi cabeza.

En momentos así, corro. Cojo mis viejas zapatillas y corro como si alguien me persiguiera. Corro como si huyera de algo. A veces corro tan deprisa que creo que me va a dar un infarto. A veces creo que es lo que deseo.

Ya casi no me pasa. Sé que un día me curaré. Pero a veces una duda me asalta en medio de la noche.

Cuando consigan borrar todos mis antiguos recuerdos ¿seguiré siendo yo?



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-¿Cuál es este?

-El 23, señor.

-¿Y qué hizo?

-Fue horrible. A la vuelta de la guerra. Se comportó con total normalidad hasta que una noche de repente se levantó y mató a su mujer y sus dos hijas con su cuchillo de combate. Cuando lo encontraron las estaba descuartizando.

-Tremendo. ¿Qué le dijimos?

-Que murieron en un accidente de tráfico.

-Estupendo ¿Y qué tal responde?

-Aparentemente bien, señor. No hemos conseguido implantarle recuerdos nuevos, pero los antiguos están casi eliminados. Pronto estará listo para salir.

-Fantástico. En cualquier caso no creo que lo vaya a repetir, ¿no? Ja, ja...

-Ja, ja, ja... Muy cierto, señor.

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En mi interior algo se retuerce y grita. Todavía no sé lo que quiere.

Algún día lo descubriré.

miércoles, 14 de abril de 2010

Trabajos de pintura.

Mary dejó de enjabonar los platos en el fregadero y se quedó mirando por la ventana. Se preguntó si lo que hacía estaba bien. Bueno, en realidad ella sabía que no estaba bien. Quería saber cómo era de malo.

Mary estaba cerca de los treinta y tenía el pelo dorado y los ojos azul claro. Su nariz era más bien respingona y en las mejillas un puñado de pecas le daban un aspecto infantil. Era alta y bien alimentada. Todo en ella rebosaba salud. Estos rasgos que en cualquier otra parte del mundo la hubieran convertido en una mujer de gran belleza, en el valle se limitaban a definirla como una mujer normal por ser el tipo dominante.

Se había casado muy joven con Frank, un buen hombre que poseía una serrería en el otro lado del pueblo. La trataba bien y nunca le puso una mano encima. No bebía salvo en ocasiones especiales y hasta donde ella sabía, no la había engañado nunca. No habían tenido hijos. En ocasiones ella pensaba que era debido a que no lo había deseado lo suficiente. Vivían en una bonita casa en las afueras.

Un día Mary le dijo a su esposo que la casa necesitaba una buena mano de pintura, y que era mucho trabajo para ella. Él encargó el trabajo a un joven local, Douglas, al que todos llamaban Doug. El primer día Doug llegó con una vieja furgoneta Ford y descargó una gran escalera y un montón de botes de pintura y se fue. Una hora más tarde volvió en una ruidosa moto. Vestía un mono vaquero y botas. Y una camiseta blanca que se quitó antes de empezar a trabajar.

Mary no podía dejar de mirar el torso desnudo de Doug brillando bajo el sol del mediodía. Sentía una sensación extraña que no sabría describir y que era totalmente nueva para ella. Hasta donde podría recordar, diría que nunca la había sentido antes. Ni si quiera cuando conoció a Frank y la invitaba a ir al cine o cuando paseaban por el pueblo. Ni siquiera en su noche de bodas, que aunque no fue totalmente insatisfactoria, no fue como ella esperaba.

Él venía todas las mañanas y se dedicaba a mezclar pinturas tranquilamente delante de la casa. Ella no podía evitar quedarse mirando como lo hacía, con una mezcla extraña de sensaciones. Esperaba que él no pudiera verla desde el exterior, aunque a menudo sospechaba que lo hacía.

Nadie los había presentado y ella nunca salía de casa mientras estaba él. Solo lo veía de vez en cuando por alguna ventana. Especialmente cuando pintaba la valla delantera o el cobertizo. En una ocasión, él llamó a la puerta de la cocina. Ella se quedó paralizada. Se secó las manos en el delantal, se arregló el pelo y abrió. El saludó educadamente y pidió un vaso de agua. Mary le dijo que podría pasar y bebérselo dentro si era tan amable de ponerse la camisa. “Cómo no, señora”. Menudo descaro, presentarse así en su casa medio desnudo, pensó ella. Mientras él fue al porche a buscar su camisa a cuadros, Mary tuvo que sentarse un momento porque sintió que le fallaban las piernas y se aceleraba su corazón, sin duda debido al disgusto. En contra de lo que ella esperaba, él volvió con la camisa sobre el hombro y se paró en la puerta para ponérsela.

Se abrochó los botones de la camisa lentamente comenzando por el cuello y terminando a la altura del cinturón. Muy lentamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Ella contempló toda la operación hipnotizada como un conejo ante una serpiente. Cuando terminó, Doug levantó la mirada y se encontró con los ojos de ella. "¿Está mejor así, señora?". A ella de dieron ganas de abofetearle.

Cuando Frank le preguntó aquella noche como iban los trabajos de pintura, Mary se sonrojó hasta la raíz del pelo.

"Bien", murmuró sin levantar la vista del plato.

viernes, 2 de abril de 2010

Prescindible

El otro día soñé que moría. La causa no es importante.

Pero antes de eso vi pasar toda mi vida ante mis ojos. Salían todos los que habían tomado decisiones importantes en ella.

Salían mis padres, que escogieron mi educación y mis estudios. Salió mi mujer, que eligió cuándo me iba a casar, dónde iba a vivir y el número de mis hijos. Salió mi jefe, que decidió mi trabajo, mi salario y por tanto mi nivel de vida. Salieron políticos, sacerdotes, periodistas y abogados.

El que no salía era yo. Era un personaje redundante.

Creo que morí por falta de iniciativa.

sábado, 27 de marzo de 2010

Pawnee

Vivo en el oeste, más bien al norte, en las montañas. Aquí el paisaje es tan grande que cuando lo miras se te encoge el corazón. El clima es duro y te hace sentir vivo. Por la noche se ven tantas estrellas que no puedes contarlas. Lo sé porque lo he intentado.

Vive conmigo una chica india. Es mi esposa por un malentendido con el jefe de su tribu al que trataba de venderle unas pieles. Al menos eso me explicó el viejo que me hacía de intérprete, aunque vi cruzarse un par de miradas cómplices que me hacen pensar que el único que no se enteró fui yo. La verdad es que no me importó demasiado. No entiendo una palabra de lo que dice, pero me gusta lo que cocina. Cuando se ríe le salen hoyuelos y sus ojos negros brillan como la luna llena en el fondo de un pozo. Su pelo negro brilla tanto que dirías que te puedes reflejar en él.

Yo me dedico a cazar para comer, y a veces voy al pueblo para vender las pieles y comprar algún vestido para mi india. Disfruto viendo sus ojos emocionados al ver lo que le traigo, aunque tiene un aspecto extraño con esas cosas tan cursis del este. Especialmente porque nunca lleva zapatos.

Por las noches le cuento historias de lo que hacía antes de conocerla y me gusta como me mira embobada aunque no entienda una palabra. A veces pienso que me entiende más que la gente que habla mi idioma. A veces pienso que en realidad entiende todo lo que le digo, y un escalofrío recorre mi espalda. No sé si quiero que sepa tanto de mí.

Pronto llegará el invierno.

lunes, 1 de marzo de 2010

Este post no debería estar aquí, pero una amiga me ha dicho que debería publicarlo y la verdad es que no tengo otro sitio donde ponerlo. Y aunque no me lo ha dicho nunca, sospecho que piensa que debería follarme mi blog más a menudo, así que ahí va...

Vivo en algún lugar en el sur. En el interior, aunque lo suficientemente cerca de la playa como para ir a ver el mar cada vez que lo necesito. Vivo en uno de esos pueblos donde en invierno hace frío de verdad y hay que partir leña. Donde todo el mundo se conoce, aunque yo vivo lo bastante en las afueras para que nadie me moleste demasiado.

Vivo en una casa grande con aspecto un poco abandonado. A medio camino de convertirse en algo bonito, que parece llevar allí toda la vida. Voy al pueblo en un todo terreno que parece tener tantos años como yo y siempre llevo un perro, ya viejo, que todavía asusta a la gente, aunque hace tiempo que no quiere meterse en problemas. Solo me sigue a todas partes como si fuéramos a alguna parte. Aunque alguna vez tuvo otro nombre, yo le llamo Duke porque me recuerda a John Wayne en los andares...

En el cobertizo debajo de una sábana hay una Harley de 1952 que consume tanto aceite como gasolina y que saco a pasear de vez en cuando para que me de la brisa en la cara. Nunca corro demasiado con ella y nunca voy a ninguna parte. Solo deambulo...

De vez en cuando salgo con un grupo de moteros locales. Me llaman ‘la bestia’ porque no hablo demasiado y porque siempre parezco a punto de darle un puñetazo a alguien, aunque lo cierto es que nunca nos metemos en líos. Solo bebemos demasiado y hablamos de mujeres. Yo siempre me vuelvo antes de ponerme melancólico…

Los del pueblo me llaman ‘el pintor’ porque suelo llevar un mono con manchas de pintura y porque saben que en la estancia más grande de la casa -lo que era el comedor- hay cuadros apoyados en las paredes a medio pintar. Aunque nadie me ha visto nunca pintar nada y desde luego nadie ha conseguido comprarme ningún cuadro.

Sé que en el pueblo corren historias sobre mí. Se dice que huyo de algo. Que sufrí un desengaño. Que quizás murió alguien. Nadie sabe exactamente a que me dedico, o que hice antes. Solo que de vez en cuando me visita una mujer, que nadie sabe quién es. Solo que cuando viene desaparezco un tiempo. Siempre saben cuando va a venir porque compro ron y más comida de la habitual. Saben cuando se ha ido porque compro whiskey y menos comida.

Los pocos amigos con los que mantengo el contacto me dicen que estoy demasiado delgado y que debería volver a llevar una vida normal. Siempre les digo que esto es temporal. Todo lo es…

martes, 25 de agosto de 2009

Economía para tontos

Situación completamente imaginaria. Todo parecido con la realidad es falso y será perseguido por la ley. O algo.


Hace unos meses.

[Ring Ring] (En realidad tengo un riff de guitarra de Zakk Wylde, pero no tengo ni idea de la onomatopeya para eso) Suena un teléfono. Uno cualquiera. No el mio, quiero decir.

Blanco Humano Nombre oculto para mantener el anonimato: ¿Si?

Director del Banco Firme Donde Dice 'Pringado': Hola Blanco Humano, ¿que tal todo?- Ala, a la mierda el anonimato.

-Bueno, pues hasta ahora bien. Teniendo en cuenta que me llama el representante en la tierra de El Señor de las Tinieblas, un poquito más nervioso ahora. ¿Me he retrasado en algún pago, quizás? ¿No han sido satisfactorios mis sacrificios de animales? No quiero que piensen que no soy un cliente satisfecho...

-Pero BH, por favor. Nosotros no tenemos clientes, tenemos esclav... amigos, tenemos amigos, eso. Únicamente me interesaba por tu situación...

-Hombre, pues teniendo en cuenta que hay una crisis del copón y que parece que va a irse al paro hasta el apuntador, no me puedo quejar...

-Nada, nada, tú no te preocupes, ya me encargo yo de eso. Precisamente te llamaba porque nuestra entidad ha sacado un producto que puede interesarte especialmente en estos momentos.

-Bueno, creo que me quedan 25 años por pagar del último producto que sacásteis, pero soy todo oídos...

-Nada, nada, verás que 25 años pasan enseguida, ahora la gente vive un montón. Tú por si acaso no deberías fumar... pero en fin. Que como habrás observado el Euribor no deja de subir y subir...

-Si, algo se comenta, sí...

-Y claro, eso hace que tu interés también suba...

-Me voy a tener que volver a acostar con alguien ¿verdad?

-Que no tonto... Lo que pasa es que se nos ha ocurrido que podríamos hacer algo para que nuestros clientes no se vayan a la mierd... estooo... sufran una depreciación en su nivel adquisitivo. Es que ya no sabemos que hacer con las casas que estamos embargando.

-Vaya, y yo pensando que los bancos solo pensaban en su propio interés.

-Nada, nada. Todo habladurías. Pues el caso que los de la central han pensado que podrían sacar una especie de seguro... a ver como te lo explico para que lo entiendas...

-Pues igual que lo de la hipoteca, despacito y con mucho cariño...

-Tu tienes un interés variable ¿verdad?

-Nos ha jodido. Es que si lo quería fijo me tenía que comprometer a entregarte mis tres primeros hijos como esclavos sexuales y me parecía feo...

-Bueno, eso es que lo pone la central, nosotros no tenemos nada que ver...

-Ya, pues podíais haber avisado que los tipos iban a subir como si llevaran un cohete en el culo...

-Huy claro, que más quisiéramos nosotros de saber de economía... yo de lo que se un montón es de pesca de altura, si quieres un día te explico algo... Bueno, da igual. El caso es que se nos a ocurrido que tú firmas que pagas lo mismo durante los próximos tres años y así si suben más los tipos te ahorras una pasta.

-Pues que majos. ¿Y eso lo hacen solo por mi interés?

-Claro hombre, piensa que nosotros no tenemos clientes, tenemos pringad... amigos, tenemos amigos. Eso si, la ley me exige que te diga que en el caso de que los tipos bajen tú vas a palmar como un gilipoll... pagar lo que has firmado, claro. O rescindir el contrato, pero el precio de rescisión me han dicho que lo van a poner en números muy pequeñitos para que ni te des cuenta...

-Bueno, pero los tipos no van a bajar nunca, no? Quiero decir, si todo el mundo está con el pánico de hasta dónde van a subir...

-Claro hombre, claro. Y si lo supiéramos tampoco te lo íbamos a dec.. estoo... ¿recuerdas cuando te dije que el precio de la vivienda no iba a bajar nunca?

-Si, fue justo antes de que empezaran a bajar. Poco después de comprar mi vivienda, por cierto.

-Pues esta vez sí que estoy seguro de lo que digo.


-Ah... pues nada, yo me fío. Total, si no te fías de un banquero, de quien te vas a fiar...

-BWHA-HA-HA... huy perdona, que pensé que lo decías de broma. Eso, eso, en que sería de nosotros sin la confianza...

Actualidad

[Ring, ring] (Ignoro que politono tiene mi banquero, aunque sospecho que son los primeros compases de 'Noche en el monte pelado')



Director del Banco Firme Donde Dice 'Pringado': Estoy muy ocupado, no puedo atenderle ahora...

Blanco Humano: ya, bueno; ya me imagino, contando billetes...

-De ninguna manera. Eso lo hace mi secret... quiero decir, estamos en crisis, nadie tiene dinero. Y menos los bancos.

-Comprendo. Pues nada, que llamaba por la cosa esa que firmé hace unos meses...

-¿Lo del alma? Ya no nos interesa, se están vendiendo fatal...

-No, lo del seguro ese para el interés de mi hipoteca...

-Ah eso. ¿Que pasa?

-Pues nada, es que parece que el Euribor ha bajado un poquito. Pero nada, cuatro puntos de nada...

-¿Quién lo iba a decir, verdad?

-Desde luego yo no, cabrones Pues... yo esperaba que los banqueros lo supieran, que para eso trabajan con dinero, pero ya veo que no.

-Que va, que va. Yo lo que entiendo mucho es de pesca de altura. Si un día quieres ir a pescar una truchas...

-No, yo lo que quería comentar es que justo cuando todo el mundo está contentísimo porque ha bajado el euribor ese, yo estoy palmando como un cabrón...

-Pues si hijo, que mala suerte ¿verdad?

-Hombre, para mi, sí cabrones. Para vosotros no, que sois los que me lo estáis cobrando.

-¿Nosotros? Que va, que va. Esas cosas las contratamos con empresas externas. Creo que al final se usa para comprar leche para gatitos recién nacidos, o algo así...

-Si, ya lo veo en el contrato. 'Trapicheos del Banco Firme Donde Pone Pringado, S.A.'

-Bueno sí. Pero no tienen nada que ver con nosotros. Se trata de una empresa completamente independiente. Se llaman así de casualidad. De hecho es un nombre bastante común en el sector...

-Estoy seguro. Pues es que quería saber si no se podía hacer nada para arreglarlo.

-Hombre claro. Siempre se puede cancelar. Claro que entonces nos tienes que pagar el importe total de la operación...

-Pero entonces pierdo dinero, ¿no?

-Bueno, si lo quieres ver así...

-Y teniendo en cuenta que me estoy viendo perjudicado por un consejo económico que me dieron ustedes, no digo yo que interesadamente, pero que ahora les beneficia porque les estoy pagando un interés alto justo cuando están por los suelos, ¿no sería quizás justo que hicieran algo para corregir su error? Lo digo para que no me parezca que me han estafado, más que nada...

-Huy claro, que más nos gustaría. Lo que pasa es que todo eso lo decide la central. Nosotros ahí no tenemos nada que hacer.

-Claro, lo comprendo. Quizás en una situación con rehenes se pueda negociar mejor las condiciones del contrato...

-¿Eh?

-Nada, nada. Que no te muevas de ahí, que voy a coger un par de cosas y me acerco en persona para que me explique eso de la pesca de altura...

Ya digo, una situación completamente ficticia. Ahora os dejo, que me voy a encontrar con el director de mi sucursal por algo completamente diferente.

martes, 24 de abril de 2007

El perro.

Éste es un relato de ficción. Aunque, como todos, está remotamente basado en hechos reales


Ayer ví al fantasma de mi perro. Claro que cuando lo ví, yo no lo sabía.
Yo había dejado a Thor, un magnífico ejemplar de pastor alemán de apenas un año en una escuela de adiestramiento para perros de la que me habían hablado muy bien, hacía algo más de una semana.

Volvía de correr mis 20 minutos habituales por la urbanización residencial en la que vivo, cuando a lo lejos advertí a un enorme pastor alemán que parecía vagabundear. Cuando lo ví, inmediatamente reduje la marcha. No temo a los perros en general, pero los asilvestrados pueden ser más peligrosos si tienen mal genio, ya que no temen al hombre. El perro me detectó a unos 10 metros de distancia y dejó de olfatear el suelo para acercarse a mí, parsimonioso aunque a buen ritmo. Parecía cansado y dolorido, como si hubiera recorrido una gran distancia. Movía lentamente el rabo.

A medida que se fue acercando a mi, me llamó la atención lo mucho que recordaba a mi perro. La planta, el color del manto, la forma de andar... Todo era idéntico excepto por una ligera cojera, y porque parecía enormemente cansado. Cuando llegó hasta mí siguió meneando el rabo mientras me chupaba la mano. Entonces advertí que llevaba un collar de castigo como el que yo había visto que le ponían en la escuela; su hermoso collar de cuero me lo devolvieron diciendo que no era adecuado para un perro así. Inmediatamente miré el interior de la oreja derecha y efectivamente encontré allí el número que se tatúa a los perros de pedigree. Por supuesto yo no recordaba el número de mi perro, pero empezaban a ser muchas casualidades.

"Thor, ¿eres tú?", le dije. El animal me miró entre cansado y triste y volvió a agitar el rabo. Yo estaba aturdido. Por un lado sabía que no podía ser él, puesto que el lugar en el que yo lo dejé se encontraba a unos 50 kilómetros. Y sin embargo había oído hablar de hazañas de ese tipo, antes. En cualquier caso el aspecto del perro era el de alguien exhausto hasta el agotamiento. Daba la sensación de estar a punto de desplomarse en el suelo de un momento a otro. Tenía las almohadillas de las patas hinchadas y algunas heridas en la cara. Estaba delgado hasta el punto de que se le podían contar las costillas, a pesar del abundante pelaje.

Todavía confuso, avancé unos pasos para ver que hacía el perro, y me asombró ver que se colocaba a mi izquierda y caminaba a mi lado como yo le había enseñado ha hacer (lo único que había logrado enseñarle a un animal demasiado terco para mí; de hecho eso fue lo que me obligó a buscarle un adiestrador). De éste modo, y todavía sin saber que pensar, me dirigí a mi casa, junto mi agotado acompañante. En cualquier caso era obvio que necesitaba urgentemente agua y reposo.

Y sin embargo no era capaz de entender como no podía estar seguro de si era mi perro o no. A fin de cuentas ya lo había tenido casi diez meses, desde los dos a los doce. Entonces me di cuenta de algo extraño. Me daba la sensación de ser algo más pequeño de lo que yo recordaba a mi perro. No más pequeño. Más joven. Empecé a comprender que tenía el aspecto que había tenido mi perro un par de meses antes. Por lo demás era idéntico. Al menos hasta donde yo podía recordar.

Cuando llegamos a casa, parecía confuso. Era como si no recordara bien las cosas. Y sin embargo lo olisqueaba todo y a ratos volvía a mover el rabo. Casi le tuve que obligar a beber un poco y comer algo de su pienso. Parecía más interesado en recorrer el lugar, y volver a ver a sus juguetes, que estaban repartidos por el jardín. Cuando entramos dentro de la vivienda, fue habitación por habitación oliéndolo todo. Cuando finalmente encontró al gato, que estaba durmiendo en un sillón, acercó su hocico a él meneando el rabo amistoso. Entonces el gato se despertó súbitamente y de inmediato empezó a bufar como si estuviera viendo una aparición. Erizó completamente el lomo y bufaba mientras el perro le miraba como si no entendiera una reacción así.

Decidí volver a sacarlo para evitar más incidentes, y me quedé fuera con él para ver si conseguía que se tumbara a descansar. Sin embargo, y a pesar del agotamiento que aparentaba, era como si no pudiera dejar de recorrer cada rincón del jardín. Y yo no podía evitar ir detrás de él cada vez que desaparecía de mi vista, como si temiera que se fuera a esfumar de repente. Empezaba a no sorprenderme tanto que fuera más joven. La verdad es que si yo tuviera que aparecerme después de muerto, también lo haría más joven y con unos kilos menos. Sin duda mi perro había muerto en el lugar en el que lo dejé y él había venido a despedirse. Todo el mundo ha escuchado historias así. A alguien le tienen que pasar de verdad, pensé. En cualquier caso es verdad que el animal estaba relativamente limpio y cuidado como para haber recorrido caminando 50 kilómetros.


En vista de que no era capaz de resolver el misterio decidí llamar a mi mujer. Por supuesto no fui capaz de contarle todo lo que me pasaba por la cabeza, así que traté de hacer un resumen de tal manera que no pareciera que había perdido el juicio.

-Pero, ¿es Thor, o no?
-Bueno, pues no puede ser él, pero el caso es que se parece mucho. Hasta lleva el mismo collar. Y el tatuaje en la oreja.
-Bueno, ahora voy para allá y lo veo. Como sea él, los de la perrera me van a oir.

Al cabo de unos largos cuarenta y cinco minutos apareció mi mujer. Nada más apareció por la puerta dijo:
-No es él. Éste es más pequeño.
Bueno, eso ya lo sé, pensé yo.

Cuando pudo verlo más de cerca, se giró hacia a mí con cara de no entender nada.

-¿Pero tú eres tonto? Esto es una perra.

La verdad es que no supe que contestar.