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martes, 7 de abril de 2015

Lo siento, soy tío (aunque sea un poco)

Llevo toda la vida pidiendo perdón por ser tío. No me gusta el fútbol, no soy capaz de montar una estantería y todo lo que sé de mecánica es que el motor es lo que va dentro del capó del coche. Todo eso te hace sentirte mal y casi tener que pedir disculpas por representar tan mal a tu propio género. No me he metido en mi vida en una pelea y ni siquiera he sido nunca capaz de soltar un piropo a una tía cuando pasa -vale, puedo mirar de reojo, pero procuro no molestar al hacerlo y desde luego nunca digo nada.

Hasta tal punto soy poco tío que no soy capaz de salir de casa sin una bandolera (y lo siento, no soy capaz de llamarla bolso por una sencilla cuestión de autoestima) que es una cosa que antes era terreno vedado para los hombres (y hasta que no pruebas no sabes lo cómodo que es no tener que llevar cosas en los bolsillos). No soy poco tío hasta el punto de ponerme cremas habitualmente, aunque reconozco que tengo y alguna vez me pongo (cuando me acuerdo, que suele ser cada quince días, o así). Una vez sí que tuve un curro al aire libre y ahí me ponía religiosamente cada día crema en las manos, en la cara y los labios porque tampoco le veo ninguna ventaja a arrugarse como una pasa por las inclemencias del tiempo (o que se te corten los labios por el frío). Tengo que mencionar que en aquel curro en el que solo había hombres (con estudios, eso sí, que tienden a ser más tolerantes) al principio hubo mucha coña al respecto pero al poco tiempo la gente comenzó a imitarme.

Soy tan poco tío que cuando he llevado el pelo largo lo he llevado tan cuidado que las tías me paraban para preguntarme qué me ponía. Y durante mucho tiempo cuando salía de ligue tenía reparos en entrar a una chica porque pensaba que nunca sabes si de verdad quiere que le entren o está harta de que la agobien y total, ¿qué le vas a contar si eres el tío 235º de la noche que le va a decir que tiene unos ojos muy bonitos, cuando lo que de verdad has estado mirándole es el culo? La ventaja de esto fue que conseguí lo que otro amigo denominaba rimbombantemente 'el radar' y que es esa sencilla técnica de aprender a mirar a los ojos de la gente para saber lo que quieren. Si la gente se fijara un poco en los demás antes de actuar, evitaría hacer muchas cosas inoportunas.

Por desgracia vivimos en una sociedad en la que si te describes a ti mismo como "poco tío" se asume que es por escasa virilidad (ya sea en potencia sexual, en tamaño de los genitales, o en ambas) por lo que cuando me describo así, a la gente le hace gracia de una manera incorrecta. Por suerte no tengo complejos en ese aspecto, por lo que eso me la pela bastante. Por otro lado tengo un físico que deja bastante poco lugar a dudas sobre a qué genero pertenezco (y temo que ni bailo ni visto lo bastante bien como para no oler a hetero a kilómetros).

Es cierto que tengo la suerte de ser tío (o no, que esto sería muy discutible, pero lo vamos a dejar pasar) al menos en que no sufro discriminación por razón de sexo, no cobro menos que una mujer que desempeñe mi puesto de trabajo (tampoco he estado nunca en una empresa en la que pase eso, pero se dice mucho, así que debe ser cierto*) ni he tenido nunca problemas en una entrevista de trabajo por miedo a que me pueda a dar de baja por embarazo. No tengo miedo a andar solo por la calle (más allá de ciertos barrios en los que por mucho que uno esté seguro de si mismo sabe que si le salen cuatro tíos con navajas le van a dejar hasta sin pantalones) por miedo a que me violen.

Tengo que decir que el hecho de que las mujeres tengan que sufrir todo esto me repugna totalmente, y que el hecho de que alguien sea capaz de pensar (no digo ya realizar) cualquier tipo de acto violento contra una mujer, me revuelve las tripas. En general no considero que la violencia sea solución para ningún problema y desde luego no es éticamente ni medio defendible cuando se ejerce desde una posición de superioridad física (ya sea contra un niño, una mujer o simplemente contra cualquiera más débil). Por supuesto esto incluye cualquier maltrato psicológico. Obviamente no hago distinciones entre quién realiza este maltrato sobre quién, aunque parece que el foco está en los hombres que lo realizan sobre las mujeres. En mi opinión vivimos en una sociedad enferma que permite este tipo de malos tratos, y me parece que debemos rechazarlos todos (sobre mujeres, sobre niños, sobre pobres, sobre subordinados... sobre quien sea).

Curiosamente, de un tiempo a esta parte (y sólo en tuiter) siento que tengo que pedir disculpas por ser tío, aunque sea poco. Al parecer hay una corriente de pensamiento (que no me he encontrado en mi círculo cercano en el mundo real -en el que por cierto hay más mujeres que hombres) en la que el mayor problema reinante en la sociedad actual es el machismo y todos los hombres somos culpables puesto que en tanto que hombres pertenecemos al bando opresor y somos beneficiarios de la discriminación aunque no la ejerzamos. Incluso aunque la repudiemos.

Es más, se está produciendo un fenómeno de estalinización tal del feminismo que ahora mismo o estás en el lado extremo del feminismo o estás con los machistas. No hay grises (los grises siempre son incómodos, porque aportan confusión). Incluso se encuentra una nueva raza de conversos (hombres, claro) que atacan con virulencia a todo aquel que no demuestre su mismo compromiso con la causa. Además, parece que el mero hecho de tener pene te incapacita para hablar sobre la cuestión, como si para opinar sobre fútbol hubiera que ser futbolista o para hablar del cine de Spielberg hubiera que ser el propio Spielberg.

Venga, pues vale.

Sobre esto lo único que tengo que decir es que realmente creo en la importancia del movimiento feminista. Que todos los avances que se han realizado durante todo este tiempo ha sido gracias a él y que a veces me da la impresión de que parece que se está dando un paso atrás en mucho de lo conseguido (especialmente en la cosificación de la mujer, tengo la teoría de que por culpa de ciertos estereotipos que transmite la televisión últimamente, si bien considero que esta descerebralización se está dando en ambos géneros). Quizás por eso no haya que relajarse y tengamos que tratar de volver al camino correcto. A pesar de no ser mujer veo un montón de actitudes y situaciones que me ofenden por ser contrarias a la igualdad en la que creo.

Luego por otra parte me gustaría señalar que cada uno puede ondear las banderas que considere oportuno, faltaría más. La militancia es algo realmente valioso y son los militantes de las causas los que realizan cambios en la sociedad a base de vencer las resistencias. Pero que esto no nos haga perder de vista algo: que lo mismo que cada uno es libre de enarbolar las banderas que quiera, yo tengo mi derecho a no adherirme a dichas causas con igual entusiasmo. Es más, si algo hace maduro a un movimiento es el derecho a la disidencia. En el momento en el que dejamos de admitir las críticas ¿qué nos diferencia de los votantes que defienden a capa y espada sus siglas hagan lo que hagan sus miembros con la defensa de "¿y los vuestros qué?". Considero que lo mismo que yo exijo más limpieza en mi bando que en el resto (porque para eso son mi bando y me representan a mí) cada uno que enarbola una bandera es responsable de establecer los controles en su propio bando. No me gusta ser acusado de machista cuando me limito a señalar que yo haría las cosas de otra manera.

En cualquier caso, esta es mi opinión personal y no trato de representar a nadie con ella. Me conformaré si a alguien le sirve de reflexión. Sinceramente espero que este debate sobre la igualdad sea algún día un tema del pasado porque se comprenda realmente que hombres y mujeres somos iguales (con nuestras diferencias) y que debemos tener los mismos derechos. Y espero que en el proceso no se haga una caza de brujas o guerra civil que no creo que beneficie a ninguno de los bandos. Estamos juntos en esto, después de todo. O deberíamos.




*Sospecho que las estadísticas se sesgan más en que pocas mujeres llegan a los cargos donde se cobra más, lo que no digo que no sea un problema, pero es posible que me haya impedido verlo directamente.

martes, 4 de octubre de 2011

Sobre la violencia y los géneros.

La verdad es que hoy no pensaba escribir, pero una noticia me ha venido a rescatar de mi letargo (por si alguien quiere, puede leer la noticia íntegra aquí antes de que la destripe). El tema de fondo es la violencia de género.

Bueno, por si alguien no le apetece leer la noticia (sé que la gente no pincha los links; a menudo yo tampoco lo hago en otros sitios que visito) al parecer un juez (y uno conocido, no un mindundi) no ha condenado a un tío por llamar zorra a una tía alegando que podía estar haciendo referencia a su astucia. Que a mí esto perdonadme, pero me hace gracia. Me imagino al tipo con las venas hinchadas como rotuladores llamando zorra a su mujer y ella pensando 'mira que mono, me está llamando astuta'.

Vale, admito que esto es una soberana idiotez. Nadie con dos dedos de frente duda que el tío estaba insultando a la mujer. Otro tema distinto sería si es justo que sea así. Reconozco que lo del sexismo en el lenguaje siempre me ha parecido una soberana gilipollez...y probablemente sea porque soy hombre. Me gustaría vivir en un mundo en el que llamar zorra a una mujer fuera aludir a su astucia del mismo modo que lo es llamar zorro a un hombre, pero me temo que no sea así actualmente (acabo de escuchar a Ana Pastor en Asuntos Propios de Radio Nacional citando a Nativel Preciado sobre las diferencias semánticas entre perro/perra, hombrezuelo/mujerzuela, lobo/loba, zorro/zorra... muy distintos y siempre haciendo referencia a la conducta sexual -no nos engañemos, no a la profesión- de las mujeres, no creo que sea casualidad; es un tema que no por mil veces mencionado deja de llamarme la atención).

En cualquier caso, creo que no debemos mezclar churras con merinas. El tema de la violencia de género se nos ha ido de las manos. Para empezar, desde el mismo nombre. ¿Por qué lo llaman violencia de género si quieren decir hombres pegando a mujeres? Todos sabemos que esta ley está hecha exclusivamente para protegerlas a ellas...

Vale, sé lo que vais a decir: no hay un problema de hombres maltratados (no al menos por la violencia) y desde luego, no hay un problema con que mueran hombres a manos de mujeres. Sobre lo primero, lo voy a apartar por ahora, pero desde luego en lo segundo voy a estar de acuerdo sin ninguna duda.

Y vaya por delante que a mí un tipo capaz de darle una hostia a una mujer me parece alguien despreciable, no digo ya si es capaz de darle una paliza. El tema es que yo desprecio cualquier tipo de violencia, no solo la machista. A mí me gustaría una ley que penalizara cualquier tipo de violencia, haciendo simplemente hincapié, como agravante, en el abuso de fuerza. Cualquier persona (de cualquier sexo, aunque obviamente van a ser más hombres) que pegue a otra (y me da igual de que sexo) deberá ser condenada por ello y más gravemente si las fuerzas no están equilibradas. Alguien que pegue a otra persona más débil merece siempre mayor castigo (en igualdad de fuerzas se supone al menos que la otra parte tendría una opción a defenderse, aunque esto también sería discutible).

Lo que pasa es que para evitar un problema que se da (hay muchos crímenes pasionales, si me permitís que utilice el término antiguo) se ha hecho una ley que no puede funcionar. Se ha diseñado una ley para evitar algo, y esto no se puede hacer. Un sistema judicial está hecho para castigar los delitos, no para evitarlos. Para evitarlos está la educación. Lamentablemente la educación da resultados a menos de cuatro años vista, por lo que a nadie le preocupa demasiado ocuparse de ella.

Hay hijos de puta (si me perdonáis el término sexista) que matan a mujeres. Esto es así y no podemos hacer gran cosa contra eso. La mayoría de los que lo hacen no han tenido nunca una denuncia por malos tratos. Esto debería hacernos pensar que el sistema no funciona.

Por el contrario, cada vez más a menudo nos encontramos abogados que agilizan los divorcios utilizando la carta 'malos tratos' o incluso 'abuso de menores' (esto me escandaliza especialmente). Que no debería pasar, ya lo sé. Que pasa, es algo que sabe todo el mundo (incluso escuché a una jueza quejándose de eso en la radio -lamento no poder citar la fuente)

Tengo un amigo que dice a menudo que nada le da más miedo a subirse en ascensor con una menor. Sostiene que si a ella le da por gritar 'que me violan' estás jodido. A mí me hace gracia, y sin embargo es lamentablemente cierto. Si yo voy a denunciar un delito, necesito aportar pruebas. Sin embargo, cada vez que se habla del tema en las denuncias de violaciones o violencia de género, parece escandalizar a la opinión pública que exijamos el mismo trato a las mujeres. Me temo que yo prefiero un sistema judicial garantista, en el que haya que demostrar la culpabilidad, no la inocencia. Prefiero no tener inocentes en la cárcel.

Y ahora os voy a contar un caso que viví de cerca hace tiempo (habrá miles de ejemplos, seguro que todo el mundo conoce alguno):

Un buen hombre (en quien confío plenamente) estaba casado con una mujer mentalmente desequilibrada. Y no digo esto de forma gratuita. Yo la conocí y puedo asegurar que tenía un trastorno bipolar no diagnosticado. En fase depresiva, ella era controlable. El problema era cuando estaba en fase maníaca. En -al menos- dos ocasiones ella quiso separarse de él estando en este estado. Él vivía esta situación con resignación. Lamentablemente la abogada (sí, era una mujer) de ella le recomendó denunciarle por malos tratos para agilizar los trámites. En viernes. Hacer esto tiene una maldad añadida, que es que el juez no va a verte hasta el lunes, o sea que un señor que puede ser totalmente inocente -y de hecho esto era así en este caso- pasa un fin de semana en el calabozo por obra y gracia de la ley de violencia de género. Adorable.

Sucede que este hombre además sufría del corazón, así que cuando solicitó su medicación los guardias civiles que lo custodiaban lo acompañaron a un hospital. Esposado. Cuando la doctora lo vio en esta situación les preguntó si estaban locos, llevar a un hombre que sufre del corazón esposado a un hospital, que le podía dar algo. Pero ellos alegaron que era el procedimiento. Muy adorable todo.

Para acortar una historia larga diré que obviamente el juez liberó al hombre el lunes a primera hora y que aquella denuncia no llegó a ningún lado -la retiró la mujer cuando se le pasó la fase maníaca. Cuando llegó la segunda denuncia -en iguales circunstancias- uno de los guardias civiles que ya había visto la historia más de cerca se puso en contacto con él y le dijo 'tenemos orden de ir a buscarte, búscate la vida pero no te quiero encontrar en casa', con lo que esta vez al menos tuvo tiempo de ir a casa de su hermano*.

Con todo esto quiero decir que para evitar un mal impredecible y en última instancia (y por desgracia) inevitable hemos creado otro perfectamente predecible y evitable, el del abuso de la ley. Nadie debería ser distinto ante la ley. Y digo nadie.

Y si no entendemos esto, es que no hemos entendido el problema.

Y retomo porque estoy alargándome tanto que pierdo el hilo. Lo que ha empezado todo esto ha sido la noticia que mencionaba antes. Y a mí lo que me escandaliza de esto es que la pena para el tipo era de un año de cárcel por llamar zorra a su mujer. Mirad, que es un desgraciado lo tengo claro. Que además, si te lees la noticia, resulta que al parecer también la amenazó de muerte (y  eso me parece realmente mucho más grave, especialmente porque al que se lo dijo fue a su hijo) lo que le empieza a hacer merecedor de una condena. Por lo que no paso es porque si yo llamo zorra a una mujer (y os aseguro que si yo tengo que insultar a una mujer lo que me va a salir no es la versión más suave del término) me pueden condenar a un año de cárcel porque se considera que es violencia machista, de género o como pollas le llamen. Por supuesto, si es otra mujer la que utiliza la palabra no se juzga de la misma manera porque el sexismo está fuera de cuestión. Entonces no es más que un insulto. Ole.

Entiendo que es un tema serio porque muere gente, y que probablemente en comparación mi queja parezca una tontería, pero a mi es un tema que me altera. En esto, igual que en el tema del terrorismo, estamos renunciando a derechos para perseguir a los culpables. Y con ello están ganando los malos.

Porque no estamos consiguiendo nada. Pero estamos perdiendo nuestra libertad en el camino.

*si queréis saber el final de la historia, a día de hoy, este pedazo de pan con dos denuncias por malos tratos sigue aguantando a su mujer enferma porque comparten una niña a la que quiere con locura y de la que teme que le quitarían la custodia en caso de divorcio. 

martes, 7 de diciembre de 2010

Último minuto

Se supone que cuando vas a morir, ves pasar toda tu vida ante ti. Creo que eso no debe ser del todo cierto. Cuando descubro que mi vida va a terminar, lo único que veo pasar ante mí es una carretera, dando vueltas alrededor de mi coche, y un guardarraíl cada vez más cerca. Al principio pienso que me voy a estampar contra un árbol y ahí acabará todo. Luego veo que voy a pasar justo por un hueco entre dos árboles. "Mucho mejor" pienso "voy a caer por el terraplén, fantástico; al menos va a ser espectacular". No puedo dejar de pensar en si el coche explotará como hacen en las películas, o simplemente se quedará boca abajo, echando humo, con las ruedas en movimiento hasta que finalmente se detengan. A mí me dará igual, claro, porque asumo que habré muerto antes de eso por el impacto y no me enteraré.

Entonces me doy cuenta de que todo pasa muy despacio. Quiero decir realmente muy despacio. Todavía no he alcanzado el guardarraíl y parezco llevar aquí una hora pensando en mis cosas. Voy tan despacio que parece que cuando vaya a chocar contra él, el coche simplemente se detendrá sin hacer ruido. Y sin embargo esto no sucede. Cuando finalmente lo alcanza, éste se deshace como si fuera de mantequilla, apartándose mansamente a su paso. Sin hacer ningún ruido, eso sí. Es curioso lo silencioso que está todo.

Trato de recordar como he llegado hasta aquí, pero no soy capaz de hacerlo. Como si de un sueño se tratara, no soy capaz de recordar el principio. Eso me hace pensar que quizás que sea un sueño, pero descarto en seguida la idea porque todo es muy real. De hecho, demasiado real. Soy capaz de oler los pinos a los que me acerco como si estuvieran debajo de mi nariz. Incluso puedo oler un fondo de goma quemada -de los neumáticos, supongo- que por lógica debería estar demasiado detrás de mí como para poder olerlo. Puedo contar las gotas de agua que hay en el cristal delantero, e incluso las que brillan en las agujas de los pinos. Sus cortezas tienen grietas que parecen tener metros de profundidad, y en ellas puedo ver hormigas, paradas, expectantes ante mi suerte. Si fijo mi mirada en el horizonte veo las nubes como si estuvieran a un metro de mí. La realidad parece mucho más definida de lo normal, como si mi cerebro supiera que va a ser la última imagen que va a captar y tratara de aprehenderla hasta el último detalle. Es divertido que perciba el mundo mucho más real que nunca justo antes de dejar de percibirlo para siempre.

Trato de distraerme moviéndome hacia atrás en el tiempo para ver si así soy capaz de descubrir cómo ha pasado esto. Recuerdo haber perdido el control del coche, aunque no sé cómo, y que noté como las ruedas dejaban seguir la trayectoria de la carretera justo antes de que el coche comenzara a girar como una peonza. Recuerdo haber pensado que menuda suerte que no hubiera nadie en el otro carril, hasta que me doy cuenta de que si sigo dando vueltas ese será el menor de mis problemas, porque la carretera presenta una curva unos metros más adelante y mi coche sigue girando sobre sí mismo mientras se dirige a ella en línea recta. Me llama la atención no marearme, aunque supongo que todo pasa demasiado deprisa para eso.

Antes de eso, recuerdo haber conducido como un loco. Los vehículos pasaban a mi lado como si estuvieran parados mientras los adelantaba. Los que iban en el sentido contrario casi ni los veía. No recuerdo haber tenido tanta prisa, al parecer estaba furioso. ¿Qué puede haberme puesto tan furioso? ¿Importa ya? Lo dudo. En estos momentos abandono la carretera entre los árboles y paso a gravedad cero. Pienso que el impacto va a ser inminente, aunque diría que el tiempo pasa cada vez más despacio. ¿Es así la muerte? ¿Quizás sea esto el purgatorio? Aparentemente voy a pasar los próximos años de mi vida (¿siglos, tal vez?) viendo cada vez más lentamente como me estrello contra el suelo por mi propia idiotez. Tiene sentido, claro.

Me pregunto qué dejo detrás de mí. ¿Tenía familia, amigos? ¿Un buen trabajo? ¿Algún secreto que me hubiera gustado que no se supiera y que se descubrirá inevitablemente en cuanto alguien se ponga a mirar en mis cosas? Lo desconozco. Solo existe aquí y ahora. Como siempre debería haber sido, supongo.

Ahora me arrepiento de haber sido tan imbécil. ¿Deseaba mi propia muerte? Supongo que sí ¿Qué sentido tiene eso? Ahora que mi mente se aferra a cada nanosegundo entiendo el valor de la vida. Sé que no volveré a ver un amanecer, o una puesta de sol, estar en una playa, o escuchar un pájaro. Y me alegro de poder oler estos pinos, esta carretera mojada. Me gustaría poder estar aquí siempre, a falta de algo mejor. ¿Por qué siempre nos damos cuenta de las cosas tarde? Tendríais que ver esta vista...

sábado, 30 de octubre de 2010

Sé que algún día iré al infierno por esto

Esta historia se escribió en mi cabeza mucho antes de Trabajos de pintura, aunque terminé escribiendo aquella antes. Viene a ser otro punto de vista de la misma historia, aunque va un poco más allá. Para todos los que pidieron una segunda parte, y a pesar de que dije que no lo haría, aquí está. Antes tenía otro final, pero lo he cambiado en el último momento.

Sé que algún día iré al infierno por todo esto. O peor todavía, me colgarán. Nunca he pretendido ser la mejor persona del mundo, pero si cometí errores ya pagué por ellos. Ahora trato de llevar una vida decente. Me mantengo limpio, y no me meto en líos. Si acaso algo de jarana con los chicos en el bar, pero nada más.

Para una vez que encuentro algo limpio y puro, he tenido que corromperlo.

Desde que salí de Edgefield me dediqué a subsistir a base de pequeñas chapuzas. Un día Mich, el del bar, me dijo que si me interesaba pintar la casa de los Olsen. Dije que sí, claro. Era un trabajo sencillo y me venía bien la pasta. "No la cagues", me dijo Mich. No supe a qué se refería.

Cuando conocí a Frank, el señor Olsen, me pareció un tipo agradable. Aburrido, probablemente honrado. Uno de esos tipos con pinta de no haberse emborrachado en su vida. Acordamos un precio y me dijo cuál era su casa. Le pedí prestada la camioneta al gordo para llevar la pintura (la mía seguía en el taller, Samuelson decía que no me la pensaba devolver hasta que le pagara el arreglo) y me dirigí allí.

La casa era agradable. Uno de esos sitios donde vive la gente decente. Pensé que yo podría haber tenido una vida así. Pero a quién pretendía engañar, yo no era como el señor Olsen.

Descargué el material y fui a devolver la camioneta. Al rato volví en la moto y me puse a trabajar. Me extrañó un poco que nadie saliera a recibirme. Pensé que quizás la señora Olsen había salido a comprar.

Llevaba ya un rato trabajando cuando me pareció ver algo moverse en una ventana. Sin dejar lo mío fijé mi atención en la del salón. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, la vi. Escondida detrás de las cortinas como una niña pequeña que espía a hurtadillas como sus padres hacen el amor. Era la cosa más hermosa que había visto en mi vida. A pesar de ser toda una mujer, tenía la mirada inocente de una niña de seis años. Cuando la vi me di cuenta de que solo había conocido a mujerzuelas. Y sin embargo no era como esas beatas estiradas que veía salir de la parroquia los domingos. Esta era distinta a todo. Se le notaba que tenía fuego en la mirada. Y que necesitaba un buen polvo tanto como yo.

Inmediatamente recordé las palabras de Mich, "no la cagues", y entonces comprendí. El cabrón debía conocer a la señora Olsen y sabía dónde me estaba metiendo. Menudo hijo de perra. Lo que iba a disfrutar por la tarde riéndose de mí, debió de pensar. Por otro lado, tenía razón. Yo necesitaba el trabajo, y no era buen momento de meterme en líos. "No la cagues, Doug", me dije.

Así que un día tras otro, me limité a hacer a mi trabajo. Iba y lijaba, desmontaba, pintaba... lo que fuera. Como si ella no estuviera. Hacía mi trabajo y me largaba al terminar. Nunca salió a decirme nada. Pero la notaba como me seguía con la mirada todo el rato. Como un conejillo asustado mira a la zorra desde su madriguera, sin atreverse a salir ni a correr. Sabiendo que es presa fácil y no tiene escapatoria.

Juro que nunca tuve intención de nada. Lo pensé, es cierto. Cómo podía no pensarlo. Soy un tipo normal. Mi sangre hierve como la de los demás. Y desde que salí de Edgefield solo había estado con furcias. Sentir el deseo real detrás de aquellos ojos azules me estaba volviendo loco. Me preguntaba quién de los dos era realmente la presa.

Aun así, juro que entré por casualidad. Un día, cuando ya llevaba bastante allí, descubrí que no había llevado nada para beber. Estaba empezando a apretar el calor y me moría de sed. Me dije que no mil veces, pero al final no pude más. "Solo quiero un vaso de agua, no es nada malo", me dije. Cuando llamé a su puerta ni me di cuenta de que no llevaba la camisa puesta.

Bien, no soy un tipo que esté acostumbrado a contenerse. No sería el tipo que soy si supiera hacer eso. Si me gusta algo, lo cojo. Pero esta vez, no. Sabía que tenía algo delante que era único y no quería mancharlo con mis manos sucias. Me dije "solo vas a mirarla, Doug; te tomarás tu vaso de agua y te largarás". Y la miré. Vi el fuego en sus ojos. Supe que no iba a ser tan sencillo.

Antes de entrar me hizo ponerme la camisa. Esto me hizo avergonzarme un poco. No había pensado que hubiera nada pecaminoso en ello, hasta que lo mencionó. Me puso tan nervioso que no acertaba con los botones. Tuve que hacerlo muy lentamente. Ella me miró todo el rato como si fuera una maestra, para darme mi premio o mi castigo. Cuando terminé se dio la vuelta para buscar mi vaso de agua. No pude evitar recrearme en ella. Dios, era un desperdicio dejar pasar algo así. Por debajo de su vestido de verano se podía imaginar más de lo que yo era capaz de soportar...

Me dio mi vaso de agua y lo bebí de un trago, como si fuera la primera vez que bebía en mi vida. Cuando terminé me preguntó "¿desea algo más?" y creo que perdí el control.

La besé ¿qué hubierais hecho vosotros? Tuve que besarla. Y juro que si ella me hubiera pedido que parara, lo hubiera hecho. Pero respondió. Vaya si respondió.

Lo lamento por su vestido, que no tuve la paciencia de desabrochar. Y por lo que hubiera encima de la mesa de la cocina, porque algo debí de romper. Pero juro que nunca vi a una mujer tan lista para aquello. Su cuerpo lo estaba pidiendo a gritos. Sospecho que le hice cosas de las que el señor Olsen no había oído ni hablar. Pero necesitaba hacérselas. Todas y cada una. Creo que la besé en sitios que él no había visto nunca a plena luz del día. Sé seguro que nunca le habían besado de esa manera por el gritito de sorpresa que soltó cuando metí la cabeza debajo de su falda. No paré hasta que volvió a gritar. Luego la coloqué encima de la mesa y le arranqué lo que le quedaba del vestido. No creo que ella lo hubiera hecho nunca encima de una mesa, y aun así, creo que fue la primera vez que lo hacía de verdad. Nunca olvidaré el rubor de sus mejillas cuando terminamos. Y su sonrisa. De repente era otra mujer. Había dejado de ser una niña.

Aquella no fue la única vez, claro. He tratado de resistirme todo lo que he podido, no quiero meterme en líos otra vez. Pero es muy difícil decirle que no a una mujer, y menos a una así. Le ha cogido el gusto y cada vez quiere más. No sé decirle que no a nada. Si me pidiera que matara por ella, lo haría.

Sé que un día iré al infierno por esto. Pero ella está mucho más guapa ahora de lo que lo ha estado nunca.