Mostrando entradas con la etiqueta pabernosmatao. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pabernosmatao. Mostrar todas las entradas

lunes, 21 de junio de 2010

No hay cuchara

Hace poco perdí la tarjeta de crédito. Sé que una persona normal habría sido presa del pánico, pero yo no soy mucho de eso, así que ni me preocupé. Pensé "seguro que está en el bolsillo de algún pantalón o algo así". Lo cierto es que cuando pasaron unos días sin que apareciera, empecé a pensar que quizás la había perdido. Lo que pasa es que yo soy muy sistemático (precisamente porque soy bastante desastre) y cada vez que pago lo primero que hago es guardarla junto al DNI. Y el DNI estaba, así que me negaba a pensar que había perdido (o me habían mangado) sólo la tarjeta. Porque yo suelo llevar el DNI y las tarjetas todo junto en un tarjetero, y eso dentro de la bandolera que lleve, así que me resultaba raro haber perdido/que me hubieran mangado una sola cosa.

No obstante soy un hombre de recursos, y pensé que podía preguntar en el último sitio que la hubiera gastado. Que no lo recordaba, claro, porque yo soy un hombre de recursos pero no de memoria. Pero sabía que eso se podía mirar por internet (¿he dicho ya que soy un hombre de recursos?). De hecho pensé que si el último pago había sido algo que yo no hubiera comprado, sabría que tenía que anularla. Pero todo esto sin pánico, que ya digo que yo soy poco de pánico.

Vi que el último día había usado la tarjeta en el supermercado y en la gasolinera. No podía saber dónde fue antes, y aunque sospechaba que la gasolinera fue lo último (¿os he hablado ya de mi memoria?) pregunté en los dos sitios por si acaso.

En ambos me contestaron que no, pero en la gasolinera fueron tan amables de incluso quedarse mi teléfono por si la había tenía el empleado que me atendió (que era otro). Aunque me aseguraron que las guardaban siempre en un mismo cajón (sí, se ve que eso le pasa a la gente) y allí no había nada.

Pasaron unos días y ya que ni la encontré en ningún bolsillo ni me llamaron de la gasolinera, desistí de encontrar mi tarjeta, así que llamé para cancelarla. La chica que me atendió fue tan amable que al ver lo que había tardado en cancelarla no dijo "menudo cuajo, tío", aunque noté en el tono que le costó contenerse. De todos modos le informé de que había estado controlando los movimientos de cuenta y no noté nada raro, así que sabía que no me la habían mangado para comprar con ella (que igual hay por ahí una banda de rumanos que mangan tarjetas para hacerles fotos desnudas y subirlas a internet, pero eso me preocupaba menos).

Unos días después, pasó lo que tenía que pasar, que apareció la dichosa tarjeta en el cajón vacía-bolsillos donde lo dejo todo cuando llego a casa. Si, parecía una buena idea al principio tener un cajón para eso, pero se ha demostrado que más que un cajón es una especie de singularidad cósmica donde la entropía crece mucho más que en el resto del universo. Quiero decir, que un cajón que antes no tenía, ahora tengo que revisarlo cada cierto tiempo porque ya no me caben la cartera y las llaves que es para lo que yo lo quería. Bueno, da igual. Vaciando el cajón apareció la tarjeta escondida en el fondo, pero la tarjeta nueva ya me había llegado, así que me limité a destruir la vieja, con un poco de pena por los cuatro euros que me habían sablado en el banco por la nueva, eso sí (¿cómo puede valer una tarjeta de crédito más que una revista de motos? por ese dinero al menos te podían cargar saldo en el móvil o algo...)

Todo esto fue el mes pasado. Hoy he vuelto a poner gasolina en la misma estación de servicio, y he coincidido con el empleado que me cobró el día que perdí la tarjeta. Me dice "oye, ¿tú perdiste una tarjeta?". Yo pienso: "si, pero soy tonto y resulta que la tenía en un cajón, así que olvídate del tema". Pero tenía pocas ganas de hablar y creo que he dicho algo como "no te preocupes, la he cancelado ya" o "pregunté, pero me dijeron que no estaba aquí". O algo así. No escucho todo lo que digo, yo digo muchas tonterías al día.

Me contesta el tipo: "pues deja que lo mire, porque yo creo que sí que la tenemos". "La madre que lo parió" pienso yo. Mi respuesta para cuando estoy muy seguro de algo suele ser "¿no te apostarás una paella para doce?", pero ya digo que no tenía muchas ganas de hablar, así que me callo. Le acompaño al cajón objetos perdidos pensando en todo el tiempo que estaba perdiendo por no dar más explicaciones (aunque reconozco que bastante entretenido admirando la longitud de las piernas de la chica que había llegado a poner gasolina detrás de mí -en verano hay chicas con unas piernas larguísimas ¿os habéis fijado?) cuando me sobresalta la frase: "si, mira: aquí está".

Me quedo mirando la tarjeta fijamente. Ella me mira a mí. Compruebo que el nombre que lleva impreso es el mío, y que parece ser sólida. Como en 3D, pero tocable (¿4D?). La doblo cuidadosamente para no confundirla con la actual, y me la meto en el bolsillo de atrás pensando que si me pega un mordisco en el culo no me voy ni a sorprender. "¿Quieres que la corte y la tire yo?", dice el tío. Y yo pienso "déjalo, porque cuando empiece a escuchar voces que me digan que queme cosas, seguramente esto será lo que me convencerá de que sigo estando cuerdo...". Me limito a decir, "déjalo, ya me ocupo yo".
Ya digo que no me apetecía mucho hablar, y me estaba apeteciendo cada vez menos, por momentos.

De camino al trabajo en el coche voy pensando: "¿cuando había un fallo en Matrix, qué quería decir?; ¿debería empezar a correr ya, antes de que aparezca el agente Smith con su Desert Eagle?"

En ese momento, en la reproducción aleatoria de mi MP3, empieza a sonar el tema de los títulos de crédito de Matrix...



O sea, que si en adelante empezáis a notar cosas raras en el continuo espacio temporal, vosotros ni caso, seguramente sea todo normal. Es posible que el universo se colapse bajo el peso de las copias de mi tarjeta que no dejan de aparecer, pero bueno, algo así tenía que pasar antes o después, ¿no?



Bueno, también es posible que la tarjeta que encontré en el cajón fuera la que me caducó hace tres meses y que por algún motivo olvidé tirar, que cosas más raras se han visto...

lunes, 26 de octubre de 2009

Ya mucho más tranquilo, gracias.

Bueno, ya que os dí el coñazo el viernes con mis asuntos privados que no tienen por qué interesaros, me veo en la obligación de contaros como ha quedado la cosa ahora que ya lo sé.

Al final me han dado el puesto que quería que menos me disgustaba de los tres que me ofrecieron (el que creo que es el mejor, aunque claro, esto es como todo, hasta que no esté allí no lo sabré seguro). Contra todo pronóstico, de hecho me han vuelto a ofertar los tres. Al parecer las dos personas que estaban antes de mi han desaparecido en extrañas circunstancias renunciado a ellos. Supongo que tendrían algo mejor, ellos/as sabrán. Yo personalmente no pienso dejar pasar una vacante por mucho que el horario me guste poco, que está la cosa como para dejar pasar curros...

Eso sí, teniendo en cuenta que esta semana me la voy a pasar recogiendo mis cosas y poniéndolas en una caja de cartón dejando en orden mis asuntos en mi viejo puesto, (y despidiéndome de un montón de gente que a partir de ahora voy a ver menos) y que a partir de la semana que viene comenzaré a trabajar en horario de tardes y en un sitio nuevo cuyas características desconozco (que lo mismo son raros y les molesta que postee desde allí), ya aviso de que es posible que os tenga un pelín desatendidos, unos días. Al menos hasta que me adapte, que es mucho cambio de golpe y lo mismo me cuesta un poquito acostumbrarme (hace años que no trabajo de tardes). Eso si, trataré que no, ya veré como me lo monto.

Bueno, os dejo que se lo tengo que contar a mi madre, que ella todavía no lo sabe. Para que luego os quejéis, que os informo antes que a mi madre, que es que os tengo más mimados..

Imagen de archivo cortesía del mono de la documentación. Un día le tengo que preguntar de dónde las saca...

miércoles, 6 de mayo de 2009

Estamos sufriendo unas incidencias, perdonen las disculpas.

Nada, que al parecer por unos problemas en la bola del mundo o algo, se ve que se me han colado los planos secretos de algo, yo que sé... Nuestros ingenieros ya están trabajando en la eliminación lo más rápida y discreta posible de los testigos de la incidencia.

Nah, que dicen los chicos de recolocación de testigos, que como me vaya de la boca y me vuelvan a localizar los malos, me va a buscar otro curro mi tia la de Cuenca, pero vosotros ni caso. Ni caso...


Venga circulen, aquí no hay nada que ver...

domingo, 21 de diciembre de 2008

Penitencia

Seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré ms propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propiso consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis porpios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos,seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios consejos, seguiré mis propios cosnejos, seguiré mis propios consejos, seguiré...

viernes, 7 de noviembre de 2008

Y finalmente... c) pintar mi casa (4 de 3) -más vale tarde que nunca-

Resumen de lo publicado: Si hombre, para hacer resúmenes estoy yo. Pero, ¿tú has visto lo que mide este post?. Nada, nada, si quieres saber que pasó antes, te lo lees, que para eso están los hipervínculos. Yo es que me indigno...

Amigos, aquí llega el final de una trilogía. De cuatro. ¿Que pasa, George Lucas puede hacer una trilogía de seis, y yo no puedo hacer una de cuatro? Es que al final me he dado cuenta que no estaba contando el post de introducción. Bueno, lo que sea.

La cosa viene a ser más o menos así. Alguien en tu casa -y seguramente no tú mismo- decide que hay que pintar las paredes porque: a) supondría una gran mejora para la calidad de vida en la vivienda; o bien porque b) así no se puede seguir viviendo, que mira como está todo esto, que es que está todo hecho un asco, hombrepordiós (táchese la que proceda). Yo soy tan amante de las cosas limpias y bonitas como cualquiera, pero me parece que luchar contra la entropía es una completa pérdida de tiempo. Es que es una batalla perdida desde el principio. En mi opinión es mucho mejor hacerse a la idea de que las cosas envejecen y se estropean, que se le va ha hacer. Pero esta no parece ser una opinión muy popular actualmente, claro (no hay más que ver a los actores de Hollywood). La cosa es que cuando se propone la idea de pintar la casa, te planteas tus opciones -coger tus cosas y huir rápidamente o quedarte y apechugar- las meditas seriamente -mi colección de cómics no cabe en una maleta ni de coña, y eso por no mencionar las figuritas- y decides actuar en consecuencia.

En esta ocasión, al menos, la opción de pintarla yo mismo fue descartada desde el principio (soy un buen artista, pero no se me da bien respetar los plazos de entrega) por lo que se decidió contratar a unos expertos en la materia -llámale expertos, llámale chapuzas-, a los que mantendremos en el economato más que nada para evitar que me roben el protagonismo de la historia. Si se quieren hacer famosos que se monten un blog, hombreyá... En cualquier caso la dirección de la obra la seguiría realizando yo para asegurar la calidad artística del proyecto. A ver si os vais a creer ahora que Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina él mismo, ahí por las noches con un pincelito. No hombre, no; él lo hacía primero en pequeñito y luego se lo pasaba a unos señores que ya se encargaban. Una cuadrilla de rumanos, creo.

Bueno, para los que nunca hayan pintado una casa (ni siquiera por delegación), hay ciertas consideraciones a tener en cuenta.

En primer lugar, el color. En el colegio muchos de vosotros habréis aprendido que hay siete colores. Pues bien: es mentira. Cualquiera que alguna vez haya tenido que pintar su casa sabrá que hay por lo menos unos setecientos. Y no tienen nombres normales como 'azul claro', sino que se llaman cosas como 'atardecer en Niza' o 'luna de miel'. Vienen todos en un librito que te entrega el pintor para que te lo vayas pensando. Que yo me pregunto quién le pondrá los nombre a todos esos colores.

-Manolo, y a éste como le ponemos?
-Pues ponle rojo.
-Es que el de antes también era rojo.
-Pues le pones rojo oscuro y en paz.
-Es que el siguiente es más oscuro.
-Pues le pones 'matanza de gorrinos', a mí que me cuentas...
-No se yo, no lo acabo de ver comercial...

Los colores del librito tienen la misteriosa propiedad (que está siendo estudiada actualmente por la Nasa, junto con 'por qué la tele engorda' y 'cuánto es exactamente un momentito') de que el color que sale en la muestra luego cuando lo pones en la pared parece distinto, así que hay que tener mucho cuidado cuando lo eliges. O no. Total, al final el que te sale no va a ser el que querías...

Luego hay otra cosa que no se suele tener en cuenta cuando se decora la casa, que es que todos esos muebles que nos cuesta un montón elegir -o pagar-, todas esas estanterías, esos bonitos cuadros de cacerías de ciervos -un clásico-, lo único que hacen es estorbar cuando toca pintar las paredes. Que de todas maneras, hay que reconocer que las paredes es que están muy mal colocadas. Es que están al fondo, detrás de todo lo demás. Las paredes vendrían a ser como los fondos de los cómics. Son eso que hay detrás de Lobezno. Y todos sabemos el caso que le hacen los dibujantes a los fondos. Los fondos no cuentan nada, están ninguneadísimos. Pero la situación sería completamente distinta si los fondos estuvieran delante. "Ja, ¿quién es el que manda ahora?. Lobezno no, desde luego. Lobezno está ahí detrás, tapado por los edificios". Lo que pasa es que claro, nadie compraría un tebeo de 48 páginas sólo con fondos. Bueno, a lo mejor algún gafapasta, pero sólo por esnobismo. Y el mercado se resentiría, claro. Mmm... un momento, que estoy tan perdido que creo que voy a pararme a preguntar.


Aparentemente esta imagen no tiene nada que ver con el texto. Me estoy planteando seriamente despedir al mono que se encarga de la documentación. Demostración de lo poco que se cuidan los fondos en el cómic actual. A ver ¿quién ha dicho que esta imagen no tiene nada que ver con nada? Si es que la gente tiene más mala idea... Estooo... me voy un momento a comprar plátanos para el mono, que lo tengo medio mosqueadillo por otra cosa...

Vale, ya se donde estoy. Bueno, el problema es que cuando nos ponemos a decorar una casa, decía, no pensamos en las paredes. Si bueno, están ahí, las damos por supuestas (menos en algunos lugares de África y en las empresas de telemarketing). Pero no les damos importancia. Las utilizamos para colgar cuadros, apoyar estanterías, colocar muebles. Y ellas no dicen nada. Pero piensan 'ya tendrás que pintar, ya'. Porque las paredes son muy vengativas, esto no lo sabe mucha gente. Y cuando tienes que pintar descubres que te costaría menos trabajo mudarte de casa. Más que nada porque si te mudas, al menos los muebles se quedan ahí.

La teoría de la operación es sencilla, lo difícil es llevarla a la práctica. Llega un señor con aspecto de no haberse duchado mucho últimamente y de peinarse con una costilla del Foster's Hollywood y revisa toda tu casa para hacerte el presupuesto. El presupuesto de un pintor viene a ser más ajustado que el de una empresa de reformas en cuanto al precio pero más o menos igual de preciso en cuanto al plazo, así que si te dice que el trabajo le va a costar más o menos una semana, tú puedes añadir un 50% a la duración prevista y solo te quedarás corto en un 50%. Luego te dice 'mañana vengo con el chaval, si eso me van despejando la habitación pequeña'. 'Fácil', piensas tú. 'Se pasa todo a la siguiente habitación, y en paz'. Bueno, ésto es más fácil de pensarlo que de hacerlo, también te lo digo, pero se hace. Llegan los señores, pintan y se van. Pero antes de irse te dicen 'mañana vamos a seguir con esa'. Y esto ya no parece una aviso, suena más como una amenaza. Que aquí ves el fallo de tu razonamiento. En primer lugar, la habitación que acaban de pintar no va a estar seca, con suerte, antes del día siguiente. En segundo, la habitación que tienes que vaciar contiene todas sus cosas y las de la anterior. Haces un cálculo rápido y te das cuenta que en tres o cuatro días vas a necesitar una habitación del tamaño de una casa para contener todas las cosas que tienes que mover. Concretamente, del tamaño de tu casa. Entonces te das cuenta de que mudarse no era tan mala idea.

En mi caso concreto no me mudé porque la operación tampoco me parecía mucho más sencilla -ni desde luego barata, teniendo en cuenta la situación actual del mercado inmobiliario-, pero opté por un plan alternativo que consistía en irme fuera unos días. Como decía Napoleón cuando le preguntaban sobre la conquista de Rusia, parecía buena idea en aquel momento. El plan me permitía de una tacada, librarme de la molestia de los pintores y ponerme ciego de tapas y vinos hacer turismo por la España rural. Se trataba de que a mi regreso la casa estuviera ya pintada y lista para volver a habitarse. Lo que no calculé bien es que cuando volviera de allí las cosas no estarían exactamente donde solían estar, sino más bien donde estarían si hubiera pasado por allí un tornado. Las paredes, eso sí, estaban perfectamente pintadas. Y muy despejadas, de hecho. Claro que los muebles amontonados en el centro de cada habitación no lucían igual de bien.

Y aquí es donde las tramas de las tres (cuatro) entradas anteriores se cruzan y me encuentro, molido de agujetas, resacoso, con un virus de resfriado mutante en plena efervescencia, y con la casa destrozada por el ataque despiadado de un grupo de pintores enloquecidos. Que seguramente no sería el estado ideal para redecorar una casa (léase devolverla a su estado original).

Eso si, la casa ha quedado muy mona. Llena de paredes pintadas. Más o menos como antes, ahora que lo pienso. Bueno, éstas están pintadas hace menos tiempo, pero poco más. Creo que la próxima vez le doy dos vueltas más a lo de mudarme.

Y con esto termina el primer post seriado de la historia de este blog. Y probablemente el último. Aunque nunca se sabe. Próximamente más historias de tíos en duchas. O lo que sea.

jueves, 10 de abril de 2008

La piedra

Comenzar un post diciendo que tengo el blog un tanto abandonado comienza a ser una tradición. Pero dado que sigo teniendo un número constante de visitas -un saludo desde aquí a los robots de Google(™) y otro muy especial a todos los que entran por Google Imágenes(™) buscando Dios sabe qué, y que por cierto no van a leer este post porque no lleva ninguna foto; ACTUALIZACIÓN: al final no lo he podido evitar; es que un post sin foto no es un post- me veo en la obligación de colgar algo. Lo que pasa es que como estoy un tanto desconectado de los asuntos humanos voy a tener que recurrir al viejo truco de contar una anécdota viejuna. La he contado tantas veces que no creo que quede nadie que no la conozca, pero teniendo en cuenta que este blog no lo lee nadie -bueno, casi- que me conozca de verdad, creo que no hay peligro de que me repita. Si has escuchado esta anécdota antes, probablemente te la conté yo, así que ya puedes ir corriendo al Daily Planet a desvelar al mundo mi identidad secreta.

Yo, como casi todo el mundo, -excepto quizás los del programa de protección de testigos-, tengo un pasado -bueno, los del programa de protección de testigos también, lo que pasa es que no lo pueden contar*-. El caso es que en ese pasado yo tenía el pelo largo. El hecho de que muchas chicas me preguntaran sobre qué me ponía en el pelo para llevarlo tan bonito -bueno, a lo mejor lo que querían saber era otra cosa, pero lo que preguntaban era eso- no impedía que en aquella época llevar el pelo largo me convirtiera automáticamente en sospechoso de algo. No olvidemos que entonces no era tan frecuente. Luego sí. De hecho creo que lo puse de moda yo. Pero antes solo llevaban el pelo largo los macarras. Y, claro, conducir un 124 con llantas y volante deportivos (juro que las puso mi madre, yo no tuve nada que ver; si, mi madre está loca, que le vamos a hacer) no mejoraba la situación. Y más teniendo en cuenta que era un vehículo que ya no estaba, digamos, en su mejor momento. Yo diría más bien que estaba en esa época que pasa todo vehículo veterano, justo antes de convertirse en un clásico a recuperar, en que es un montón de chatarra asqueroso. De hecho cuando en aquella época la gente pensaba en un 124 la imagen que le venía a la cabeza era la del Vaquilla escapando de la Guardia Civil. Creo que a los propios Guardias Civiles les venía esa imagen a la cabeza, así que verme aparecer y pararme para pedirme los papeles era todo uno. Llegué a automatizar la conducta de tal forma, que en cuanto me encontraba con un control de la Guardia Civil, directamente me echaba a la cuneta sin esperar a que me dieran el alto. Respuesta condicionada, le llaman.


Esto es lo más parecido que he podido encontrar, aunque en realidad es un 1430.
El mío era casi más macarra.


Menos mal que normalmente se limitaban a pedirme los papeles, lo de la obsesión por los controles de alcoholemia vino luego. Me parece que en aquella época les traía al viento que condujeras con un par de cervezas de más siempre que no mataras a nadie con ello. Eran otros tiempos. O eso o yo tenía mucha suerte.

Un sábado por la noche en que volvíamos... estooo, de nuestra reunión semanal para comentar la Biblia... (llamémosle así) nos encontramos con un control de carretera. Bueno, he dicho sábado noche, pero la verdad es que el sol brillaba alto en el cielo. Supongo que nos quedamos enganchados en algunos pasajes especialmente complejos del Deuteronomio o algo. En cualquier caso me parece que los señores de la betemérita... beremérita... bene... Guardia Civil, nos debieron de confundir con alguien, o estaban buscando algo, o tenían curiosidad por conocer a fondo la mecánica de un vehículo anterior a la invención de la dirección asistida, porque les faltó poco para desmontármelo hasta el chasis. Y ver a un señor con mono azul desmontarte el coche es inquietante, pero que lo hagan tres señores con ametralladoras produce una cierta, digamos, inquietud existencial.

Todo transcurrió con normalidad (si es que a algo así se le puede llamar normal) hasta que uno de los señores con ametralladora encontró algo en la guantera y se lo pasó al que parecía estar al mando, diciéndole algo al oído; éste se acercó a mí y me preguntó:

-¿Etto que éh? -la verdad es que no recuerdo que hablara con acento, pero yo a los guardia civiles y a los militares siempre me los imagino hablando como el Sargento Arensivia, no lo puedo evitar.

Lo que el agente en cuestión me mostraba era un objeto de aspecto irregular cuidadosamente envuelto en papel de plata. Para que nos hagamos una idea, algo así como un trozo de una pastilla de turrón, pero algo más grueso y como más consistente.

Una piedra. De hecho una muy parecida a la mía, pero más pequeña.

Aquí debería hacer un inciso. Yo soy una persona tranquila. Se dice que si eres capaz de conservar la calma mientras reina el pánico a tu alrededor es que no te has enterado de la dimensión del problema del marrón en el que estás metido. Pues yo soy ese. De hecho soy lo suficientemente tranquilo como para que un Guardia Civil armado me enseñe algo con toda la pinta de haber llegado de Marruecos evitando a los perros policía y contestarle con toda la tranquilidad que "eso no lo había visto en mi vida".

El guardia civil me miró con cara de "Si, claro" mientras comenzaba a desenvolver cuidadosamente el paquete. Eso me dio tiempo a pensar.

Y aquí tengo que hacer otro inciso. Mi madre está loca. Pero eso sí, es una loca muy aseada. Así que si tiene que parar el coche en una rampa coloca una piedra detrás de una rueda para asegurarse de que no va a fallar el freno. Y para evitar tener que coger una piedra de la calle que vaya usted a saber dónde habrá estado, coge una, la limpia con jabón cuidadosamente y la envuelve el papel de aluminio, hasta que parece el alijo más gordo incautado nunca en un control de carretera. Mi madre es así y a ella le parece normal.

Yo no tenía ni idea de que llevaba algo así en el coche, pero me lo empecé a imaginar -porque para eso conozco a mi madre como si ella me hubiera parido a mí- así que antes de que el señor guardia civil pensara que lo llevaba sólo para poder cachondearme de ellos, traté de explicárselo.

-Ah... esto... eso puede que sea una piedra que gasta mi madre para cuando para el coche en cuestas... y tal... -el agente me miró con cara de creerme lo mismo que antes o todavía menos, mientras en el fondo de sus ojos se veía un brillo que delataba que estaba pensando "anda pringao, que te hemos pillao de marrón y se te va a caer el pelo". Seguro que ya se estaba viendo venir un ascenso y todo.

Finalmente el guardia civil descubrió la piedra. La miró. La rascó un poquito. Se olió el dedo.

Me miró como si estuviera calculando cuanto le caería por darme en la cabeza con la culata de la ametralladora y finalmente dijo: 'Anda, largaros de aquí'.

No fue hasta que subimos al coche que alguno de mis amigos, blancos todavía, abrió la boca.

-¡Menudo susto c*br*nazo! ¡Casi me cago encima!

-¿Qué pasa, tío?. No pensarías en serio que llevaba medio quilo de chocolate en la guantera, ¿no?

-No, claro, pensaba que llevabas medio ladrillo envuelto en papel de plata. No te j*de, el tío...

Visto así, lo mismo sí que era sospechoso el paquete.




* Aprovecho la ocasión para mandar un saludo a mis ex-cómplices compañeros de correrías a los que tengo un poco abandonados últimamente. A ver si quedamos un día para tomarnos unas cervezas y recordar batallitas...