Después de una temporada de medio retiro del que solo he salido para dar cuenta de la actualidad (he estado en un monasterio budista reflexionando sobre mi éxito, para evitar que se me suba a la cabeza; si alguien quiere la dirección se la puede preguntar a mi representante) he decidido retomar la saga que me ha dado fama mundial (si, ansío de nuevo la adoración del público; no se puede ser siempre un artista torturado, ¿vale?). Soy consciente de que tengo casi agotada la fórmula, pero si pudieron hacer tres partes de Matrix y una nueva trilogía de Star Wars, es posible que yo consiga alargar el tema un poco más...
Por algún motivo desconocido, el concepto de comprar parece en contra del varón tipo. Quizás sea porque nos sentíamos más cómodos cuando lo único que teníamos que hacer cuando queríamos algo era cazarlo. Para los hombres el dinero es uno de eso inventos modernos con los que no acabamos de sentirnos cómodos, como la comunicación verbal o las mujeres.
Como el concepto 'comprar ropa' es quizá un poco avanzado a estas alturas de curso (si alguien está interesado en el tema puede consultar la obra 'Me compro mis propios calzoncillos y soy feliz', del prestigioso psiquiatra Sueco Hans Christian Andersen), voy a empezar por algo que cualquier hombre puede entender. Es viernes, has terminado una dura semana de trabajo y te has bajado la colección completa de películas de Jackie Chan y Jean Claude Van Damme. Tu plan es comer ganchitos y beber cerveza hasta que te parezca que las pelis tienen argumento. Sin embargo, llegas a la nevera y -oh, sorpresa- no hay cerveza. ¿Que a pasado?
Bien, amigos, igual que la ropa no aparece limpia en los cajones por arte de magia cuando la tiras en el suelo, la bebida no aparece mágicamente en la nevera (o mueble bar). Para que esto suceda hay que realizar una complicada operación llamada 'comprar'.
Bien, sé que los expertos recomiendan los mercados tradicionales, pero dejando aparte el pequeño detalle de que suelen tener un horario incompatible con un trabajo normal, es una modalidad solo al alcance de 'pros' (el equivalente a un nivel 50 del Word of Warcraft). Se cuentan historias de hombres que han muerto en la cola de la carnicería viendo como se les colaban un montón de dulces ancianitas por no conocer el antiguo arte de pedir la vez. En los supermercados, que es lo que yo recomiendo, todo viene etiquetado, rotulado y en porciones fáciles de adquirir (nada de tener que solicitar productos al peso ¿quién sabe cuanto pesan 7 manzanas o 15 lonchas de queso? podrías terminar pidiendo una cantidad minúscula o algo capaz de alimentar a toda Asia y la dependienta te lo serviría sólo para poder reírse de ti).
El supermercado es como el modo fácil de compra. Aunque puede parecer una buena idea acudir a un hipermercado, tiene en mi opinión un par de desventajas. En primer lugar, la cantidad de productos existentes (aparentemente todos, excepto por algún extraño motivo mermelada de tomate) te puede producir un colapso mientras tratas de a) decidir cuál es la marca de cerveza/suavizante/fideos/random producto que tú prefieres, o b) recorrer todos los pasillos buscando la sal (mi teoría es que cada noche cambian todos los productos de sitio solo para molestar). En segundo lugar, los hipermercados tienen sección de electrónica, que es como poner porno en internet y pretender que un hombre lea las noticias. De hecho, durante mucho tiempo la idea de comprar una televisión en un supermercado parecía absurda, esa sección solo se diseñó como una guardería para hombres.
Por motivos de claridad expositiva voy a suponer que no es la primera compra. La primera compra es un ritual de dimensiones de épicas que sufren todos aquellos que por primera vez tienen que convertir una casa vacía (que es como las dan los irresponsables de las inmobiliarias) en algo habitable. No sabes la cantidad de cosas que necesitas para vivir en una casa hasta que no te pones a ello (y normalmente no piensas en ellas porque ya estaban ahí; en tu casa anterior, digo). No, yo voy a suponer para esta explicación que tenemos una casa en condiciones medianamente habitables y un ser humano de género masculino de inteligencia media (bastante inteligente como para hacer la compra, aunque no lo suficiente como para que alguien la haga por él).
Antes que nada es recomendable haber hecho 'la lista'. Sé que se habla de unos seres míticos llamados madres que son capaces de ir al supermercado y recordar si necesitan lentejas o si se terminó el último frasco de mahonesa, pero vamos a suponer que nosotros no somos capaces de eso. Eso requiere concentración, y tú seguramente vayas a quedarte mirando cada culo que pase, lo que hace perder el hilo de sus pensamientos a cualquiera (sé que las mujeres piensan que lo hacemos intencionalmente, pero es un acto reflejo; otro de los inconvenientes de tener genitales externos, un día tengo que hablar de ello). Para hacer la lista puedes comprarte una libreta o simplemente sujetar un folio con un imán en la nevera (si, ahora sabes para que sirven esos imanes) en el que irás anotando cada cosa que se te termine, o incluso mejor, antes de que se termine. Esta lista te dará otra valiosa información: cuando sea lo suficientemente larga o te falte algo imprescindible (en mi caso el detonante puede ser el café) es el momento de ir al súper. No esperes demasiado, es mejor no llenar el carro demasiado por motivos que ya explicaré más adelante. Y no, no es el dinero (que también).
Elegimos un supermercado. Supongo que cada uno tiene sus preferencias, o si no solo habría uno así que me voy a ahorrar hablar del tema. Además, aunque el motivo más razonable para elegir suele ser los precios, hay otros imponderables, que van desde 'en X no tienen mi marca favorita de cereales', hasta 'cajera maciza en caja dos' así que no me voy a entrar en eso, allá cada uno.
Antes de la compra me permito recordar algo que sabe todo el mundo pero que a menudo olvidamos: come algo antes. A menudo es difícil comprar cuando uno quiere y terminas yendo cuando puedes, pero si no quieres volver con el carro lleno de chocolatinas, anarcardos y 'una especie de galletitas que no se de qué son, pero tenían muy buena pinta' come algo antes. Te lo agradecerán tu bolsillo y tus michelines.
Como norma general, asumiremos que si algo no está en la lista, es que no te hace falta. No digo que no se pueda improvisar, pero no improvises demasiado. Igual te parece buena idea comprar arreglo para potaje porque se te a ocurrido que comes nunca de eso, pero es que a lo mejor luego descubres que no lo haces nunca porque no te gusta (o no sabes, que es peor). La verdad es que para evitar esto suele ser buena idea antes de la compra pensar un poco en que cosas te gustaría comer los siguientes días. Si tienes previsto hacerte muchos sandwiches puedes que necesites una bolsa grande de pan de molde. Si solo eres consumidor ocasional, es mejor comprar un paquete pequeño o seguramente el último sandwich que te comas sea de jamon york y moho (en la casa de los pobres la comida no caduca nunca, solo se vuelve más francesa).
Una última cosa antes de ir al supermercado. Si vas a ir en coche (y a no ser que vivas en el mismo edificio del supermercado, ya te digo yo que vas a ir en coche) asegúrate de tener el maletero razonablemente vacío. Ya sé que todos tememos cosas innecesarias ahí (en mi caso, una caja de herramientas; hasta que decidí que era absurdo llevarla teniendo en cuenta que no sabría que hacer con una llave allen aunque mi vida dependiera de ello) pero si tu coche no es muy grande seguramente necesites todo el volumen posible para una compra normal. Otra cosa: los carros van a monedas, como las máquinas de café, así que asegúrate de tener. Yo suelo dejar un par de monedas en el coche para tener siempre. Es muy chungo descubrir que no tienes suelto y las cajeras les da tanta rabia tener que cambiarte que se vengan haciéndote esperar hasta que terminan con la compra de la clienta a la que están atendiendo.
Vale, ya estamos en el supermercado, comienza la aventura. Si supieras dónde están las cosas (si vas más veces puede que termines aprendiéndotelo) podrías elegir la ruta, pero como es la primera vez no vas a tener más remedio que dar vueltas. No te importe parecer un merodeador, si miras los productos, nadie te denunciará por acoso. Eso si, procura no seguir todo el rato a la misma tía. Por cierto, no se quién se inventó el mito, pero en los supermercados no se liga, así que quítatelo de la cabeza. La gente va a lo que va. Son como los prostíbulos, la gente va a lo que va (y son cosas distintas). Si se ligara en los supermercados la gente no iría a bares, sería ideal hacer la compra y traerte compañía en el mismo viaje. Además, iria genial para que te ayudara a guardar las cosas en la nevera...
De todas maneras, si quieres saber mi opinión, lo mejor es coger primero lo pesado. Si vas a coger una garrafa de agua de 8 litros, no es buena idea hacerlo al final y colocarla encima de las patatas fritas de bolsa (a no ser que quieras papas deconstruidas). Mira la lista y busca todo lo que no te apetezca que se te caiga en un pie. Después lo que sepas que sea importante que no llegue roto. Más adelante, productos frescos, y congelados (esto por conservar la cadena de frío, claro). Al final, los huevos. Y no los pierdas de vista, esos cabrones esperan que no los mires para meterse debajo de algo pesado (un consejo: antes de cogerlos, dale la vuelta a la huevera y asegúrate de que caen todos contra el plástico transparente superior; si alguno se queda arriba es que ya está cascado).
Hay otro punto importante: los precios. Puede que no lo creas, pero mucha gente mira los precios antes de comprar cosas (nota para mujeres: los tios normalmente, no; nosotros compramos lo que mola; esto explicaría que Amstel se esté gastando una pasta en anunciar una nueva lata que tiene 4,5 centilitros más que la normal, lo que viene siendo un trago pequeño). Pero mucho cuidado: los fabricantes hacen las cosas en tamaños distintos para marear, así que algo que te puede parecer barato quizás es solo más pequeño. Y si no lo tienes muy claro, compra la marca del supermercado. Total, no creo que notes la diferencia entre su detergente y cualquier otro. Si algún producto no te gusta puedes ir probando marcas.
Bueno, pues ya está casi todo hecho. Elige una caja y a pagar. Aquí lo recomendable suele ser mirar la cola más corta o la cajera más efectiva (las cajeras maduritas suelen ser las mejores; huye de los tíos, son más lentos y no te ayudan a embolsar). Pero vamos, si decides ponerte detrás de la clienta con mejor culo, no me parece mal. Ya que vas a estar un rato, es mejor que te busques algo que mirar para entretenerte. Además, ¿quién sabe? Igual eres el primero que consigue ligar en un supermercado, después de todo...
Después de pagar, te toca meter los productos en bolsas. Ahí descubrirás que misteriosamente ocupan más. Este es el motivo por el que no es recomendable llenar demasiado el carro (y por el que las fichas de tetris no van en bolsas: sería imposible ganar una partida). En cuanto metes las cosas en bolsas ocupan el doble. Un carro lleno hasta arriba, con casi dos una vez metes las cosas en bolsas...
Otra cosa que no está de más es repasar el ticket. No digo que las cajeras se equivoquen adrede, pero todos cometemos errores y a veces algún producto se cuela dos veces al pasarlo por el lector de códigos de barras. Para esto yo suelo comprar cantidades regulares de cosas (es difícil recordar cuantas botellas de coca-cola cogiste si cada vez coges una cantidad y a veces se cuela alguna de más al pasarla por el código de barras). Eso si, si no entiendes algún producto de la lista (la nomenclatura de los tickets es misteriosa a veces), ni preguntes, tampoco quieres quedar como un panoli.
Ahora sí que ya está todo. Solo queda volver a casa y colocarlo de forma que vayas a encontralo cuando lo busques. Vaya, pensaba que era más sencillo hacer la compra, pero a juzgar por lo largo que me ha quedado el post parece que no. Y seguro que se me ha olvidado mencionar algo...
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viernes, 11 de junio de 2010
jueves, 25 de marzo de 2010
Polvo y termodinámica
Asumámoslo: los tíos no vemos la suciedad. Un tío puede vivir en un piso en el que las ratas se encarguen de acabar con los restos de comida del fregadero sin que le importe. Bueno, exagero. En el piso de un soltero no hay restos de comida, son el desayuno del día siguiente. Sospecho que un tío podría vivir sin limpiar la casa si no fuera porque lo visita su madre (aunque he escuchado de casos espeluznantes en que esta visita es para limpiar), la guardia civil con una orden de sanidad, o alguna mujer con la que tenga posibilidades de intimar (al menos en el caso de encontrar una superficie lo suficientemente limpia donde apoyarse). No hay testimonios documentados de un tío que haya limpiado nunca para que vayan sus colegas a ver el fútbol o para una timba de póker.
Antes las cosas eran más sencillas. Siempre he creído que el invento del suelo fue una idea de las mujeres. Bueno, seguro que lo hizo un hombre, pero porque se le ocurrió a su mujer. A los hombres ya nos iba bien el suelo de tierra de las cavernas. Vale, no brilla mucho, pero al menos no exige mucho mantenimiento. No hay que limpiarlo. ¿Para qué? Se va a quedar igual... Además, justifica que no tengas que inventar la lavadora. ¿Qué necesidadad hay de lavar la ropa, si luego te vas a tumbar en el suelo? Si, me parece que la época ideal del hombre fue la de las cavernas. Pero en seguida se empezó a complicar todo. Me imagino a la mujer de las cavernas diciendo "¿No crees que esto quedaría mucho mejor con gres?". Y ahí la cagamos. Porque en seguida se tuvo que inventar la escoba.
Pero estoy divagando. Decía que los hombres no vemos la suciedad, y estoy convencido de ello. Puede ser algo ambiental o genético, no lo se. Somos los que cazábamos osos y buscábamos minerales para hacer herramientas. Llevamos un millón de años de evolución prerarándonos para la suciedad (bueno, o hemos evolucionado poco, no sabría decir). No se nos puede poner en un ambiente estéril y esperar que veamos motas de polvo. Es como "oye, que la casa está echa un asco". Tú miras, buscas charcos de barro y restos de cadáveres de animales y dices "No sé, yo no la veo tan mal..." (que si dijéramos algo más sería: de hecho esta es con mucho la cueva más limpia en la que he despellejado un oso).
Para las mujeres es distinto. En su caso (y ahí si que estoy seguro de que es ambiental) las han educado como princesas. "No juegues con barro, que eres una señorita" y cosas así... A ellas se las entrena para ver el polvo (a menudo se piensa que el único superpoder de la percepción visual de las mujeres es el de percibir más de los siete colores existentes en la naturaleza, pero esto es falso: son todos imaginarios) Para los chicos, el polvo es un material invisible que produce alergia en ciertas personas, como los ácaros o el compromiso. Es por eso que los chicos tenemos que esforzarnos el doble para limpiar. Es como pedirle a un sordo que toque una canción de oído...
Además, la limpieza está llena de sutilezas. Un hombre puede llegar a comprender el acto de barrer con mucho esfuerzo, aunque lo que de verdad pilla bien es lo de fregar (al menos sabes por dónde has pasado, más que nada porque está mojado). Para nosotros barrer exige hacer un ejercicio de topografía mental para recordar por dónde has pasado la escoba, porque no vemos diferencia entre antes y después. Como mucho vemos un montoncito de tierra en el recojedor, pero eso nos pone melancólicos ("mira, ahí un antepasado mío cazó un búfalo"). Después de pegarte una paliza barriendo y fregando ves la casa igual y dices ¿para qué he perdido el tiempo en eso? Seguro que podría haber estado haciendo algo que manchara como cambiarme el aceite del coche o jugar al fútbol con los colegas (es curioso la cantidad de hobbies masculinos que manchan). Si amigas, deberíais apreciar que la limpieza es algo que hacemos por vosotras, nosotros podríamos tirar serrín como hacían en los bares del oeste (o en algunas discotecas cutres) y estaríamos igual de cómodos. Puede que más, porque un ganchito que se cayera al suelo se convertiría mágicamente en una croqueta...
Y no digo que a un hombre no le guste tener una casa limpia. Pero es como lo de que se te marquen los abdominales. Está bien, pero no acaba de compensar el esfuerzo que requiere. Primero hay que recoger trastos. Los trastos, como el polvo, se acumulan en las superficies horizontales sin que nos demos cuenta. Bueno, es un hecho conocido que los hombres, al igual que las ranas, tienen dificultad para percibir los objetos inmóviles (lo que explica que seamos incapaces de encontrar cosas en la nevera que están claramente a la vista y que sin embargo nos atraigan hipnóticamente las mujeres cuando corren o saltan -hay mucho movimiento ahí...). Un objeto que pare más de cinco minutos en una estantería pasa a formar parte de la decoración, lo que no nos molesta, porque si hay otro concepto que no acaba de entender un hombre el de "objeto decorativo". Y aquí me vais a tener que perdonar, pero comprar cosas (o aceptar las que te regalan tus familiares, lo que es mucho peor) para que estén en las estanterías ejerciendo la única función de que haya que quitarlas para limpiar el polvo, son ganas de tocar las bolas...
Yo, que a pesar de ser de letras tengo unos ciertos conocimientos científicos, aprendí en seguida que la lucha contra el orden y la limpieza está perdida. La segunda ley de la termódinamica nos dice que el caos tiende a aumentar en el universo. Eso implica que limpiar el polvo es una tarea de magnitud cósmica ¿Qué nos creemos que somos, dioses? Es más, aumentar el orden de una parte del sistema aumenta el caos en otra invariablemente, lo que quién sabe de qué tipo de cataclismo cósmico nos haría responsables...
Claro, que hay una ley de la termodinámica mucho menos conocida que comienza con el enunciado: "¿Pero tú has visto como tienes la casa, que está hecha un asco? Venga a por la escoba ahora mismo..." (que esta no se si es de Planck, yo a quién se la he oído más es a mi madre, que se ve que estudió mucha física en las Teresianas)
Y ahora si me disculpan les dejo, que tengo la casa que da asco y voy a tener que limpiar un poquito, no se le ocurra venir a mi madre de visita...
Antes las cosas eran más sencillas. Siempre he creído que el invento del suelo fue una idea de las mujeres. Bueno, seguro que lo hizo un hombre, pero porque se le ocurrió a su mujer. A los hombres ya nos iba bien el suelo de tierra de las cavernas. Vale, no brilla mucho, pero al menos no exige mucho mantenimiento. No hay que limpiarlo. ¿Para qué? Se va a quedar igual... Además, justifica que no tengas que inventar la lavadora. ¿Qué necesidadad hay de lavar la ropa, si luego te vas a tumbar en el suelo? Si, me parece que la época ideal del hombre fue la de las cavernas. Pero en seguida se empezó a complicar todo. Me imagino a la mujer de las cavernas diciendo "¿No crees que esto quedaría mucho mejor con gres?". Y ahí la cagamos. Porque en seguida se tuvo que inventar la escoba.
Pero estoy divagando. Decía que los hombres no vemos la suciedad, y estoy convencido de ello. Puede ser algo ambiental o genético, no lo se. Somos los que cazábamos osos y buscábamos minerales para hacer herramientas. Llevamos un millón de años de evolución prerarándonos para la suciedad (bueno, o hemos evolucionado poco, no sabría decir). No se nos puede poner en un ambiente estéril y esperar que veamos motas de polvo. Es como "oye, que la casa está echa un asco". Tú miras, buscas charcos de barro y restos de cadáveres de animales y dices "No sé, yo no la veo tan mal..." (que si dijéramos algo más sería: de hecho esta es con mucho la cueva más limpia en la que he despellejado un oso).
Para las mujeres es distinto. En su caso (y ahí si que estoy seguro de que es ambiental) las han educado como princesas. "No juegues con barro, que eres una señorita" y cosas así... A ellas se las entrena para ver el polvo (a menudo se piensa que el único superpoder de la percepción visual de las mujeres es el de percibir más de los siete colores existentes en la naturaleza, pero esto es falso: son todos imaginarios) Para los chicos, el polvo es un material invisible que produce alergia en ciertas personas, como los ácaros o el compromiso. Es por eso que los chicos tenemos que esforzarnos el doble para limpiar. Es como pedirle a un sordo que toque una canción de oído...
Además, la limpieza está llena de sutilezas. Un hombre puede llegar a comprender el acto de barrer con mucho esfuerzo, aunque lo que de verdad pilla bien es lo de fregar (al menos sabes por dónde has pasado, más que nada porque está mojado). Para nosotros barrer exige hacer un ejercicio de topografía mental para recordar por dónde has pasado la escoba, porque no vemos diferencia entre antes y después. Como mucho vemos un montoncito de tierra en el recojedor, pero eso nos pone melancólicos ("mira, ahí un antepasado mío cazó un búfalo"). Después de pegarte una paliza barriendo y fregando ves la casa igual y dices ¿para qué he perdido el tiempo en eso? Seguro que podría haber estado haciendo algo que manchara como cambiarme el aceite del coche o jugar al fútbol con los colegas (es curioso la cantidad de hobbies masculinos que manchan). Si amigas, deberíais apreciar que la limpieza es algo que hacemos por vosotras, nosotros podríamos tirar serrín como hacían en los bares del oeste (o en algunas discotecas cutres) y estaríamos igual de cómodos. Puede que más, porque un ganchito que se cayera al suelo se convertiría mágicamente en una croqueta...
Y no digo que a un hombre no le guste tener una casa limpia. Pero es como lo de que se te marquen los abdominales. Está bien, pero no acaba de compensar el esfuerzo que requiere. Primero hay que recoger trastos. Los trastos, como el polvo, se acumulan en las superficies horizontales sin que nos demos cuenta. Bueno, es un hecho conocido que los hombres, al igual que las ranas, tienen dificultad para percibir los objetos inmóviles (lo que explica que seamos incapaces de encontrar cosas en la nevera que están claramente a la vista y que sin embargo nos atraigan hipnóticamente las mujeres cuando corren o saltan -hay mucho movimiento ahí...). Un objeto que pare más de cinco minutos en una estantería pasa a formar parte de la decoración, lo que no nos molesta, porque si hay otro concepto que no acaba de entender un hombre el de "objeto decorativo". Y aquí me vais a tener que perdonar, pero comprar cosas (o aceptar las que te regalan tus familiares, lo que es mucho peor) para que estén en las estanterías ejerciendo la única función de que haya que quitarlas para limpiar el polvo, son ganas de tocar las bolas...
Yo, que a pesar de ser de letras tengo unos ciertos conocimientos científicos, aprendí en seguida que la lucha contra el orden y la limpieza está perdida. La segunda ley de la termódinamica nos dice que el caos tiende a aumentar en el universo. Eso implica que limpiar el polvo es una tarea de magnitud cósmica ¿Qué nos creemos que somos, dioses? Es más, aumentar el orden de una parte del sistema aumenta el caos en otra invariablemente, lo que quién sabe de qué tipo de cataclismo cósmico nos haría responsables...
Claro, que hay una ley de la termodinámica mucho menos conocida que comienza con el enunciado: "¿Pero tú has visto como tienes la casa, que está hecha un asco? Venga a por la escoba ahora mismo..." (que esta no se si es de Planck, yo a quién se la he oído más es a mi madre, que se ve que estudió mucha física en las Teresianas)
Y ahora si me disculpan les dejo, que tengo la casa que da asco y voy a tener que limpiar un poquito, no se le ocurra venir a mi madre de visita...
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