lunes, 28 de noviembre de 2016

Sobre la conducción autónoma y los desconocidos en el ascensor.

Conducir en coche es algo que nos prohibirán de forma inevitable, y será por lo que yo llamo "el síndrome del ascensor". Y me voy a explicar.

El ser humano es un ser social pero con un punto de depredador. Algo a medio camino entre una oveja y un tigre. Podría decir que el ejemplo ideal sería un lobo, pero esto ya lo hizo Hobbes (el filósofo, no el tigre de peluche), y no me da la gana tener que pagarle derechos (ya sé que todo el mundo piensa que fue Nietzsche, pero da igual, porque tampoco fue Hobbes, que Plauto lo dijo mucho antes). Lo que sea.

Por algún motivo*, a la especie humana le viene bien lo de unirse en grupos, pero no con cualquiera. Es por eso que inventamos el 'nosotros' y el 'ellos'. 'Nosotros' son los de mi grupo, los que hacemos las cosas como yo (es decir, de manera correcta). Los que me caen bien, los que van en mi equipo.

*y sospecho que es para enfrentarse a otros grupos.

Es por esto que en distancias cortas, vence el gregarismo (que suena a palabra que me acabo de inventar, pero no*). Cuanto entramos en un ascensor, somos educados con los desconocidos. Nos saludamos al entrar y al salir. Esto es algo que me fascina. Hay que ser de un pueblo muy pequeño para saludar cuando entras a un bar. En la ciudad pasamos al lado de gente todo el rato sin saludarnos ¿Os imagináis saludar a todo el mundo en el metro? No se hace, porque a todas esa gente no la conocemos, ni ganas. Pero de repente subimos a un ascensor, saludamos y hasta preguntamos al otro a qué piso va para marcárselo. Somos supereducados en los ascensores. ¿Esto es porque nos sale la bondad natural en espacios cerrados? En realidad no: es por miedo. Es porque en un ascensor estamos atrapados con otro que no conocemos y tememos que pueda matarnos. Y mucho espacio para huir, no hay.

*Lo sé porque lo he mirado, que yo tampoco me fiaba.

Tú a un ascensor puedes subir con uno que va disfrazado con una túnica negra y lleva una guadaña goteando sangre, y es que ni pestañeas. Le saludas educadamente y te separas todo lo más que puedas lo mismo que con cualquiera (está estudiada la disposición de desconocidos en ascensores, y siempre es respetando la máxima separación, fijaos y veréis que es así). Como mucho, si vas con alguien a quien conoces, le haces un gesto como de "menuda pinta rara" sin que te vea, pero nada más. Los ascensores son un lugar donde cualquier enfrentamiento sería potencialmente letal, por lo que extremamos la educación, que es el material con el que se engrasan las relaciones sociales. Y si alguna vez os encontráis a alguien que es maleducado en un ascensor, huid. Seguramente sea de los pocos capaces de manejar de forma solvente una katana en un espacio minúsculo, o tiene un revólver y es muy rápido desenfundando (en caso contrario, es imbécil y sigue siendo recomendable huir: nunca es buena idea estar demasiado cerca de un imbécil).

¿Cual es el contexto totalmente opuesto a un ascensor? Obviamente, un coche. Y no sólo por que se mueve lateral en lugar de verticalmente, sino porque es un espacio reducido en el que nos encontramos totalmente seguros de los demás. Es una madriguera blindada de mil quinientos kilos en los que nuestro cerebro de mamífero diminuto se siente como si fuera un tiranosaurio rex. Tenemos fuerza, resistencia y velocidad, y si quisiéramos podríamos estamparnos contra lo que sea sólo para demostrar nuestro poder (lo único por lo que no lo hacemos es porque sería carísimo).

Es por eso que la gente es tan profundamente maleducada cuando va en coche. Nos posee la adrenalina y nos sentimos como tiburones rodeados de agua con olor a sangre (sí, los tiburones huelen las cosas debajo del agua; ya sé que suena raro, pero es así). Si alguien osa meterse en nuestro carril, aunque lo veamos y nos dé tiempo a reducir, le pitamos porque nos parece que ese territorio era ya nuestro. Y no le lanzamos misiles, porque los coches actuales no llevan, que si no, también (algunas marcas lo intentaron en los 60, pero encarecía muchísimo el producto final; eso por no mencionar que el seguro subía un montón). Si alguien conduce muy deprisa o despacio nos molesta. Porque sólo hay una manera correcta de conducir, y es como lo hacemos nosotros en este momento (que no todo el rato vamos igual. Una reflexión ¿qué sentido tiene ir deprisa para llegar al trabajo? Si de verdad nos preocupara tanto la puntualidad, nos levantaríamos antes ¿no? Es decir, nos preocupa como para jugarnos la vida en la carretera, pero no lo suficiente como para perder diez minutos de sueño. Mucho sentido no parece que tenga).

Es por esto que tantas parejas discuten al volante, especialmente si los dos son conductores. Ser copiloto es muy difícil, porque sentimos que nos quitan el poder. Ese pequeño mamífero que sentía que manejaba un tiranosauro, de repente ha pasado a ser un piojo agarrado a su cabeza, y eso no es agradable. Es como ir montado en un toro mecánico que se mueve sin control. Por eso se dedica a criticar cada maniobra ("vas muy deprisa/vas muy despacio/por allí se llegaba antes/cambia de marcha/no deberías circular por el carril bici/creo que has pasado por encima de esa vieja/etc."). Y es por esto que en cuanto la tecnología lo permita, es inevitable que la conducción se automatice totalmente.

¿Será esto mejor? Pues la verdad, no sé. Yo he leído mucha ciencia ficción y confiaba plenamente en el desarrollo de la tecnología (o mejor dicho, confiaba que los científicos hubieran visto las mismas películas en las que los robots se vuelven locos y tratan de acabar con humanos que yo, como 2001, Terminator, Matrix, Los Bingueros*, etcétera), hasta que vi que, una vez conseguidos los robots que andan como una señora mayor, y juegan a fútbol como si estuvieran borrachos (los habéis visto ¿no? Graciosísimos)  lo siguiente ha sido hacer aviones robots para bombardear poblaciones. Y ahí ya mi fe en la raza humana ha flaqueado un poquito. Luego leí una titular que decía que para 2040 los robots cometerían más delitos que los humanos, y me rendí.

*Vale, es posible que Los Bingueros, no. La he puesto para ver si estabais atentos.

¿Os imaginabais un mundo en el que coches automáticos te llevarían al trabajo tranquilamente mientras ibais viendo las noticias o actualizando vuestro Facebook tranquilamente? Pues yo ya no estoy tan seguro de que eso vaya a pasar. Además, parece que los coches autónomos van a producir más mareos que los normales y desde luego no los están diseñando para nada como nos los imaginábamos. O sea, que todo mal.

¿Quiere decir esto que no creo que la conducción autónoma triunfe en el futuro? Pues seguramente, porque hasta los trenes llevan todavía conductor, y eso que van por vías. Imagínate lo difícil que tiene que ser que los coches vayan solos. Por el amor de Dios, si ni quiera en Star Trek las naves son autónomas. Seguramente lo único que conseguiremos es que nuestros coches nos multen automáticamente cuando pasemos el límite de velocidad, que eso sí que lo veo factible. Y que igual me debería pensar el final de los post antes de ponerles título, que eso también.

No esperarías coherencia en un blog que se llama "Noticias desde la Antártida" y no la ha mencionado ni una sola vez para nombrar al continente helado ¿verdad? Besis.

En la imagen, Thomas Hobbes (1588-1679) filósofo inglés autor de Leviatán
(Nota para el mono de la documentación: insertar aquí imagen de Hobbes. El filósofo, ni se te ocurra poner al tigre de peluche, que te conozco)

viernes, 18 de noviembre de 2016

El respeto en el lenguaje no existe, son los padres.

Hay una cosa que me fascina desde hace ya tiempo, y es lo políticamente correcto. Pero esto no es de ahora. El políticamentecorrectismo es de hace mucho tiempo. Yo creo que estaba todavía en el instituto (y yo he compartido gran parte del bachillerato con Galileo; bueno, el pelotitas, le llamábamos nosotros, por una cosa que le gustaba a él mucho de tirar esferas por planos inclinados) cuando escuché por primera vez estos términos. Pues el caso es que a pesar de haberlo escuchado tanto, todavía no lo domino. Por ejemplo, yo a los negros, no sé como llamarlos. Porque claro, en las pelis americanas lo tienen clarísimo, les llaman afroamericanos, y arreglado. Pero ¿aquí cómo se les llama? ¿españoafricanos? Además, yo no sé si tienen parte de español o qué ¿Les llamo afroafricanos por si acaso? ¿O africanos simplemente? ¿No es un poco ofensivo llamar loqueseaafricano a un señor que a lo mejor ha nacido en Murcia? ("Perdone señor negro ¿usted dónde ha nacido, que no sé cómo llamarlo? Correcto, albacetoafricano. Continúe, por favor"). Pues no.

Claro, que también llaman alsaciano a los blancos en las pelis. No, espera. Caucásico. Alsaciano es un perro. Bueno, lo que sea. Yo creo que en algunos pueblos del interior de la Mancha, llamas a alguien caucásico y te ganas una somanta de palos. En Ciudad Real, por ejemplo.

A mí me gustaba cuando se les llamaba gente de color. Decir "una persona de color" es como decir "eh, que yo sé que eres negro, que me he dado cuenta, pero he decidido tratarte con respeto". Pero ahora dices "un hombre de color" y de repente parece que estás en una peli de Sidney Poitier (que, por si no lo sabéis, es el Denzel Washington de antes). Por cierto ¿no os parece que Denzel Washington se está encasillando en papeles de negro? Bueno, lo que sea.

Luego ellos se pueden llamar entre sí 'negro', que lo he visto en pelis, y queda cantidad de molón. Pero es como los gays, que se pueden llamar entre ellos 'maricón', pero si se lo dice un hombre heterosexual de mediana edad, votante del PP, a lo mejor, en seguida se le tacha de fascista. Hay que ir con mucho cuidado con eso. Es como cuando una amiga te dice que está poniéndose gorda, que como le digas "pues la verdad es que un poco trofolla ya te estás poniendo, así como ternesca por la parte de la tocinada" pues lo mismo se le tuerce el morro. O sea, hay cosas que te las puedes decir tú mismo, o como mucho uno que también lo sea, pero como lo diga otro de fuera, mal.

De todos modos, a mí todo esto de las minorías me parece un poco montaje. Las mujeres son los nuevos negros. Y los gays. Los gays han sido negros antes que las mujeres. Y antes de eso, los minusválidos [AKA disabled]. Claro que me diréis "dices eso porque tú estás en el grupo dominante" (yo ¿sabes? O sea: yo, que en el instituto estaba en la revista y en el grupo de fotografía. Vamos, que creo que no me pegaban porque no les parecía que hiciera falta evidenciar lo evidente; bueno, por eso y porque yo siempre he estado tirando a fuertote). Pues vale, asumamos que un hombre blanco heterosexual está siempre en el grupo dominante por mucho que no le guste el fútbol y te pueda mencionar a 14 personajes secundarios de Spiderman (incluso de Daredevil, que es mucho más difícil; al menos lo era antes de que tuviera serie). Pero es que es muy difícil no ofender a la gente aunque no quieras.

Os pongo un ejemplo. Le quieres contar a tu novia que la gorda de tu oficina el otro día hizo una cosa superimbécil. Pero claro, tu novia no sabe como se llama (porque no se lo has dicho tú, que tampoco lo acabas de tener claro, que no te has molestado en aprendértelo). ¿Cómo se lo explicas? "Pues... ¿Sabes esa de mi oficina que le gusta mucho "El diario de Bridget Jones" y bebe albóndigas para acompañar los callos pero luego se pide el café con sacarina... ?". Es que no. Claro, en un mundo ideal no señalaríamos los defectos de la gente para reírnos de ellos, pero es que estamos en ESTE mundo. Maná ha sacado un nuevo disco justo cuando pensábamos que estaba desarticulado. Ya sufrimos bastante, dejadnos reírnos de cosas (que por cierto, no sé por qué hacemos siempre bromas con Maná, cuando me parece que Juanes es mucho peor, que mezcla la música latin con las rimas de Mecano; bueno, es mi opinión). Pero creo que me estoy desviando.

Luego hay otro tema, que es el de la caducidad de los términos. Yo me acuerdo cuando a los mongólicos se les llamaba mongólicos, porque tenían rasgos parecidos a la gente de Mongolia (que por cierto ¿allí como diferenciarán a los normales? Bueno, da igual). O mongolitos, si querías usar versión más suavizada. Luego eso claro, la gente lo usaba para meterse con los tontos, y hubo que cambiarlo (por cierto, no sé si lo sabéis, pero uno de los primeros test de inteligencia usaba los términos "imbécil" e "idiota" para las calificar a los que quedaban peor. Con dos cojones*).

*Me imagino al psicólogo de un colegio dando los resultados a los padres; 
-mire, que su hijo es imbécil 
-¿CÓMO? 
-Sí, aquí tenemos el test** que lo acredita 
-Ah, bueno. Pues eso lo ha heredado de su padre, que hay antecedentes familiares
-Pero Cari...
-MIRA, NO ME HAGAS HABLAR DE TU MADRE". 

**Os diría el nombre del test, pero no os interesa. No, y que no me acuerdo y paso de mirarlo ahora, que tampoco pagáis tanto por leer esto***.

***Estáis pagando todos vuestra suscripción anual ¿verdad?

 El caso es que luego se empezó a usar Down, que es una cosa que a mí me parecía bien, porque es como bastante neutra, que no compromete. Pues parece que eso tampoco. No estoy muy informado, pero diría que luego si querías ser correcto tenías que decir "discapacitado", así sin especificar, (antes de eso el término era minusválido, que parece que también cayó) y me parece que ahora hay que decir "gente con capacidades especiales". Que yo qué queréis, poner la misma etiqueta a alguien que tiene unas capacidades cognitivas que por lo que sea no, que a alguien que es capaz de tocarte la banda sonora La Misión con una flauta de nariz, pues no lo veo. Que me dicen que el sobrino de alguien tiene "capacidades especiales" y a mí me parece que pone los ojos en blanco y puede mover objetos, no que opine que votar a Ciudadanos es lo mejor porque no son de izquierdas ni de derechas, son de sentido común.

Quiero decir, que yo creo que a las cosas habría que ponerle un nombre que nos pongamos de acuerdo en que no ofende, y dejarlo ahí (y a ser posible uno corto, que me parece que las etiquetas son cada vez más finas, pero mucho más largas). Y luego está claro que no vas a ir por ahí diciendo "oye tú, coloured person" que vale que es un poco feo reducir a alguien a una característica, pero si para contar una historia necesito señalar que uno de los implicados era sordo, de alguna forma tendré que explicarlo sin que parezca que estoy jugando al tabú, copón (por cierto ¿todavía existirá ese juego?).

Fueraparte de que claro, la gente cada vez está más concienciada con todo y me parece bien, pero tener mucho tiempo libre en internet me parece que al final hace que las cosas se salgan un poco de madre. Que se ve gente por ahí acabando las palabras en 'e' para no tener que usar masculino y femenino y a mí me parece que están hablando en asturiano (aparte de que me suene tode un poque rare). O los que dicen que no se puede llamar mascota a tu perro, que eso es animalismo. Que yo no llamo mascota a mi perro porque me parece igual que llamar personal de servicio a la señora que limpia, es una cosa que no haces porque parece que suena raro, no porque no lo sea (pero vamos, que normalmente yo la llamo Paqui, que es como se llama y tengo confianza con ella). Un poquito de por favor.

De todas formas tengo que aclarar que a mí lo de reírse de los defectos de las personas, me parece caca. Una cosa rancia como de la época de Franco, como los chistes de gangosos de Arévalo. Por cierto, yo no he visto nunca un gangoso ¿existirían de verdad? Igual es como Murcia o la dislexia, cosas que nos hemos inventado para poder hacer chistes pero que no existen. Bueno, da igual. Creo que voy a dar por zanjado este tema, que me parece que ya he pisado bastantes charcos y paso de que luego me nombren concejal de algo y tenga que renunciar por nosequé de los límites del humor, y todo eso, que nos conocemos.

El mono de la documentación dice que a partir de ahora le llame "mamífero evolucionado de forma divergente". Y que si no me gusta, que me puedo subir ahí, que se ve Madrid. Yo de verdad, no sé ya. Con lo majo que era. Las compañías, claro. No, y que se tira todo el día metido en internet. A saber dónde se mete.


Nota: esta columna es puramente humorística y en ningún momento trata de reflejar opinión alguna sobre el tema tratado ni entrar en debate alguno sobre minorías, discriminaciones, exclusión social, o cualesquiera otro. No, que luego viene la gente en plan "oye, no hagas broma de esto, que mi padre murió de cáncer de sida y no mola". Y claro, yo paso.

viernes, 11 de noviembre de 2016

El entretiempo no existe, son los padres

Recuerdo cuando era niño, un concepto mitológico, casi mágico llamado el entretiempo. Era algo que pasaba entre los últimos días del verano y los primeros del invierno, coincidiendo más o menos con el otoño. Una época en la que ya hacía fresco para ir en camiseta, pero todavía no el suficiente frío para ir con abrigo.

Para esta época, se inventaron un tipo de prendas llamadas "de entretiempo". Eran unas prendas con una facilidad enorme para perderse, porque la diferencia entre llevarlas y no llevarlas era mínima. Con el añadido, además, de que los niños en general tienen el termostato roto. Un niño puede estar jugando con la nieve en pantalones cortos en medio de una ventisca, o bañarse en la piscina en pleno noviembre a las 7 de la tarde, siempre que no se aburra. Ahora, eso sí, como se aburra ya tiene de todo: frío, hambre, sueño, angst vital... (si bien es cierto que de esto último solo los niños existencialistas). Tengo la teoría de que los niños son como un Furby (os acordáis de los Furbys ¿verdad?) que viene sin programar. Es decir, él no sabe lo que le pasa. Cada cierto tiempo se queja de manera totalmente aleatoria, y somos nosotros los que decidimos lo que tiene: "pues eso es que tiene hambre/sueño/una herida de arma blanca en el estómago"... (que parece que no, pero se han dado casos) y él ya va aprendiendo de lo que se tiene que quejar en el futuro. Pero me estoy desviando del tema.

Yo no sé si esto es una percepción mía o si no ocurre en todas partes, pero me parece que el entretiempo es algo que pasó de moda con la caída del franquismo junto con los pantalones de pana y las barbas de progre (si bien es cierto que estas últimas tuvieron recientemente un breve periodo de repunte, aunque en este caso acompañadas de pelos repeinados de facha tardofranquista, como para crear más confusión) para dejar lugar a algo que a mí me gusta llamar el frilor. A diferencia del entretiempo, en el frilor hace tanto frío como calor, dependiendo de la hora del día, lo que hace que cuando te levantes por la mañana para ir al trabajo, colegio o similar, te den ganas de ponerte todo lo que tienes en el armario, y cuando sales a comer puedas ir prácticamente en ropa interior. Esta maravillosa época permite que siempre haya una hora del día a la que vas haciendo el ridículo, consiguiendo que cuando te cruces con el típico cuñado te diga cosas como "¿Dónde vas, al Himalaya?" o "Pero abrígate, muchacho, que por ahí vienen los resfriados". Es curioso, pero los cuñados siempre parecen ir vestidos de modo acorde a la temperatura exterior (y si no, responden con cosas que les atribuyen capacidades sobrehumanas tipo "¿abrigarme? pero si no hace nada de frío" o "¿paraguas? Bah, si esto son cuatro gotas..."

Mucha gente se enfrenta a este problema con un complicado entramado de capas que hace que vestirse sea una suerte de juego de construcción en el que te pones o quitas cosas según la hora. Ignoro qué hacen los demás con la ropa, pero este sistema consigue que yo tenga siempre la prenda de ropa que necesito:
a) en el coche
b) en el trabajo
c) ocupando mis dos brazos, debajo de otro montón de prendas, lo que me impide tanto realizar actividades como buscar la prenda que necesito para ponérmela
d) todas las anteriores

Este drama del entretiempo me hace pensar que, por mucho que se empeñen la NASA y los autores de ciencia-ficción, la conquista del espacio es totalmente imposible. La humanidad puede vivir con comodidad en un rango muy estrecho de temperaturas, o debe vivir condenada a ir a todos lados dentro de una escafandra acondicionada. Lo que, si bien nos solucionaría para siempre el problema diario del "¿qué me pongo?" me reconoceréis que es muy poco estiloso, y terminaría para siempre con los blogs de moda y tendencias, y en definitiva por efecto dominó, con el modo de vida occidental tal y como lo conocemos, probablemente incluso desembocara en la tercera guerra mundial (por motivos que sería largo de explicar aquí, pero que entiendo que son obvios para todo el mundo).

Por otro lado, es cierto que como dice el dicho "dios aprieta pero no ahoga" (por mucho que haya gente que sostenga más bien que "Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien"*). La alocada industrialización del mundo ha producido el tan denostado cambio climático, que si bien es cierto que acabará con la humanidad más bien antes que después, ha conseguido que el clima se vuelva cada vez más extremo, por lo que cuando hace calor, hace un calor que te torras, y cuando hace frío, te cagues de frío. Esto puede parecer negativo, pero no lo es: en ambas situaciones al menos, desaparece totalmente la ambigüedad en el vestuario.

Que vale, la humanidad va directa a la extinción, pero oye, al menos iremos vestidos adecuadamente para la ocasión, que siempre es de agradecer.

En la imagen, dos atractivos jóvenes vistiendo ropa de entretiempo en su modalidad sin calcetines, opción que desaconsejamos enérgicamente desde este blog, por motivos de decoro. El embarazo es opcional.


*Concretamente Guillermo Fresser en la obra homónima publicada en 2001 por Editorial Planeta.