viernes, 11 de noviembre de 2016

El entretiempo no existe, son los padres

Recuerdo cuando era niño, un concepto mitológico, casi mágico llamado el entretiempo. Era algo que pasaba entre los últimos días del verano y los primeros del invierno, coincidiendo más o menos con el otoño. Una época en la que ya hacía fresco para ir en camiseta, pero todavía no el suficiente frío para ir con abrigo.

Para esta época, se inventaron un tipo de prendas llamadas "de entretiempo". Eran unas prendas con una facilidad enorme para perderse, porque la diferencia entre llevarlas y no llevarlas era mínima. Con el añadido, además, de que los niños en general tienen el termostato roto. Un niño puede estar jugando con la nieve en pantalones cortos en medio de una ventisca, o bañarse en la piscina en pleno noviembre a las 7 de la tarde, siempre que no se aburra. Ahora, eso sí, como se aburra ya tiene de todo: frío, hambre, sueño, angst vital... (si bien es cierto que de esto último solo los niños existencialistas). Tengo la teoría de que los niños son como un Furby (os acordáis de los Furbys ¿verdad?) que viene sin programar. Es decir, él no sabe lo que le pasa. Cada cierto tiempo se queja de manera totalmente aleatoria, y somos nosotros los que decidimos lo que tiene: "pues eso es que tiene hambre/sueño/una herida de arma blanca en el estómago"... (que parece que no, pero se han dado casos) y él ya va aprendiendo de lo que se tiene que quejar en el futuro. Pero me estoy desviando del tema.

Yo no sé si esto es una percepción mía o si no ocurre en todas partes, pero me parece que el entretiempo es algo que pasó de moda con la caída del franquismo junto con los pantalones de pana y las barbas de progre (si bien es cierto que estas últimas tuvieron recientemente un breve periodo de repunte, aunque en este caso acompañadas de pelos repeinados de facha tardofranquista, como para crear más confusión) para dejar lugar a algo que a mí me gusta llamar el frilor. A diferencia del entretiempo, en el frilor hace tanto frío como calor, dependiendo de la hora del día, lo que hace que cuando te levantes por la mañana para ir al trabajo, colegio o similar, te den ganas de ponerte todo lo que tienes en el armario, y cuando sales a comer puedas ir prácticamente en ropa interior. Esta maravillosa época permite que siempre haya una hora del día a la que vas haciendo el ridículo, consiguiendo que cuando te cruces con el típico cuñado te diga cosas como "¿Dónde vas, al Himalaya?" o "Pero abrígate, muchacho, que por ahí vienen los resfriados". Es curioso, pero los cuñados siempre parecen ir vestidos de modo acorde a la temperatura exterior (y si no, responden con cosas que les atribuyen capacidades sobrehumanas tipo "¿abrigarme? pero si no hace nada de frío" o "¿paraguas? Bah, si esto son cuatro gotas..."

Mucha gente se enfrenta a este problema con un complicado entramado de capas que hace que vestirse sea una suerte de juego de construcción en el que te pones o quitas cosas según la hora. Ignoro qué hacen los demás con la ropa, pero este sistema consigue que yo tenga siempre la prenda de ropa que necesito:
a) en el coche
b) en el trabajo
c) ocupando mis dos brazos, debajo de otro montón de prendas, lo que me impide tanto realizar actividades como buscar la prenda que necesito para ponérmela
d) todas las anteriores

Este drama del entretiempo me hace pensar que, por mucho que se empeñen la NASA y los autores de ciencia-ficción, la conquista del espacio es totalmente imposible. La humanidad puede vivir con comodidad en un rango muy estrecho de temperaturas, o debe vivir condenada a ir a todos lados dentro de una escafandra acondicionada. Lo que, si bien nos solucionaría para siempre el problema diario del "¿qué me pongo?" me reconoceréis que es muy poco estiloso, y terminaría para siempre con los blogs de moda y tendencias, y en definitiva por efecto dominó, con el modo de vida occidental tal y como lo conocemos, probablemente incluso desembocara en la tercera guerra mundial (por motivos que sería largo de explicar aquí, pero que entiendo que son obvios para todo el mundo).

Por otro lado, es cierto que como dice el dicho "dios aprieta pero no ahoga" (por mucho que haya gente que sostenga más bien que "Cuando Dios aprieta, ahoga pero bien"*). La alocada industrialización del mundo ha producido el tan denostado cambio climático, que si bien es cierto que acabará con la humanidad más bien antes que después, ha conseguido que el clima se vuelva cada vez más extremo, por lo que cuando hace calor, hace un calor que te torras, y cuando hace frío, te cagues de frío. Esto puede parecer negativo, pero no lo es: en ambas situaciones al menos, desaparece totalmente la ambigüedad en el vestuario.

Que vale, la humanidad va directa a la extinción, pero oye, al menos iremos vestidos adecuadamente para la ocasión, que siempre es de agradecer.

En la imagen, dos atractivos jóvenes vistiendo ropa de entretiempo en su modalidad sin calcetines, opción que desaconsejamos enérgicamente desde este blog, por motivos de decoro. El embarazo es opcional.


*Concretamente Guillermo Fresser en la obra homónima publicada en 2001 por Editorial Planeta.

1 comentario:

Polloconajo dijo...

Cómo echaba de menos leerte en el blog. He de decir, que por primera vez, ser culpable es muy gratificante ^^