jueves, 2 de diciembre de 2010

Cherokee

Cuando la conocí, yo acababa de salir de una relación larga -la cuarta de mi vida- y no estaba buscando a nadie. Mi definición de relación larga en aquel momento era toda aquella que pasaba de los tres años y no llegaba a los cuatro. El hecho de que pusiera el corte en los tres no es tan significativo como el de que no tuviera un nombre para una relación que pasara de los cuatro. Probablemente no veía necesario tener un nombre para ello, teniendo en cuenta que seguramente nunca la alcanzaría. Lo cierto es que empezaba a plantearme que quizás el problema sí que fuera yo de verdad -como siempre les decía- y no ellas -como realmente pensaba.

Cuando llegó a la oficina destacó en seguida. Al parecer se dedicaba a algo relacionado con el diseño gráfico, motivo por el cual, tanto la jefa de recursos humanos como el director pasaron por alto lo excéntrico de su imagen. Sospecho que incluso pensaron que le daba un toque 'cool' a la empresa. Para mí no era 'cool' en absoluto. Más bien parecía que salía un bar de motoristas. De darles una paliza, probablemente. Aquí supongo que tendría que matizar que a mis compañeros les pareció en seguida una chica muy guapa. Bueno, así es como lo voy a expresar yo. Ellos utilizaban otro tipo de expresiones acompañadas a menudo con gestos bastante gráficos. Digamos que lo primero que supimos de ella es que la chica era llamativa. Lo segundo fue que no le agradaban demasiado los elogios de su belleza. Al menos no en los términos en los que acostumbraban a realizarse en mi oficina -un antro casi exclusivamente masculino más cargado de testosterona que la sala de pesas de un gimnasio. Y que no le importaba utilizar el lenguaje de una manera creativa para cortar aquel tipo de conducta. Por lo que me comentaron, sus respuestas fueron de lo ingenioso a lo cruel, pasando por algunas expresiones que habrían hecho enrojecer al portero de un club de carretera. Supongo que eso desanimó a la mayoría de mis compañeros, aunque un par de ellos siguieron haciéndolo no sé ya si por seguir intentando o por la emoción de aprender nuevas expresiones que poder utilizar luego en el bar.

Se ganó casi inmediatamente el sobrenombre de Cherokee, que yo inocentemente achaqué a su aspecto. Tiempo después alguien empezó a decir que era porque si le parecía que la habías mirado mal era capaz de arrancarte la cabellera, aunque yo sospecho más bien que siendo vasca y borde, a alguien le pareció apropiado ponerle el apodo de un Etarra. La gente es así de simple.

Por lo demás, a pesar de que no era mucho de mi estilo, tengo que reconocer que la chica cuando estaba callada -es decir, cuando no estaba soltando veneno por la boca- era bastante guapa. Supongo que tendría que decir más bien muy guapa, teniendo en cuenta que lo era de un modo totalmente natural -y casi se diría que a su pesar- ya que no se molestaba lo más mínimo en resaltar su belleza. Llevaba una larga melena que le llegaba casi hasta el final de la espalda -creo que su única concesión a la estética- de un cabello castaño casi negro, que parecía liso natural -era difícil imaginarse a esa chica levantándose antes de lo normal para alisárselo solo para tener mejor aspecto. Sus ojos eran color miel y era bastante alta. Su piel tenía un bonito color bronce y un tatuaje bastante grande que comenzaba en el hombro y se perdía debajo de la camiseta. No voy a hablar de sus curvas porque me parece que sería incorrecto. Me limitaré a mencionar que estaban ahí, y en las localizaciones adecuadas. Nunca se maquillaba y su modo normal de vestir eran unos tejanos negros desgastados y rotos, camiseta negra sin mangas, botas de montar y chupa de cuero. En alguna ocasión le vi cambiar los tejanos negros por otros azul claro y la camiseta por otra igual pero blanca y reconozco que a pesar de la ausencia de alardes estilísticos, era difícil resistirse a seguirla con la mirada.

Yo la verdad es que siempre mantuve las distancias con ella. Su trabajo no tenía nada que ver con el mío, así que era difícil que nos cruzáramos más allá de alguna vez en la fotocopiadora o en la máquina de café. No tenía ningún interés en jugar al mismo juego que mis compañeros y la verdad es que mi trabajo me absorbía bastante en aquel momento -o yo quería que fuera así. Un día, coincidimos en la máquina de café. Pensé que nos limitaríamos al típico 'hola' de cortesía.

-¿Se puede saber por qué tú no has intentado nada conmigo?

-¿Yo? Pues, no sé, la verdad. Supongo que no eres mucho mi tipo -me estudió detenidamente como si no supiera como tomarse aquello.

-¿En serio? -pareció dudar.

-Creo que no. Demasiado agresiva. He visto como tratas a mis compañeros.

-Tus compañeros son idiotas -no pude evitar reírme.

-En eso te doy la razón. Yo al menos no tengo que aguantar que me acosen- Esta vez fue ella la que se rió.

-¿Entonces tú no vas a intentarlo?

-No, quédate tranquila, en serio. Creo que con ellos tienes bastante -me estudió de nuevo como si no supiera en que especie clasificarme y se fue con su café.


Durante los siguientes días cuando nos cruzamos empezamos a hablar algo. A menudo comentarios intrascendentes. A veces bromas tontas. Finalmente otro día se plantó ante mi mesa.

-¿Tienes algo que hacer el viernes?

-Bueno... -dudé un poco- Tenía un par de películas para ver. ¿Por qué lo dices?

-Te vienes conmigo. Te recojo a la salida del curro. Y no hace falta que cojas coche, conduzco yo -y se fue sin darme tiempo a decirle que de todos modos, no tenía.


El viernes cuando apareció, me dio algo parecido a un orinal pero en color negro mate y con una cruz gris estampada que me sonaba vagamente haber visto en alguna película antigua de guerra.

-¿Qué es esto?

-Tu casco. Espero que te venga bien.

-¿Vamos a ir en moto?

-Claro. No me dirás que te dan miedo...

-Vale, no te lo digo.

Al acabar la jornada, me llevó al parking de la empresa.

-¿Tienes plaza de garaje? Pero si eres la última que ha llegado...

-No, lo que tengo es una tarjeta de aparcamiento que nadie reclama. Bueno, ¿estás listo?

-Creo que no -dije al ver aparcada una moto algo más grande de lo que esperaba. Bueno, ya había supuesto que no manejaría un ciclomotor, pero no estaba seguro de que una chica de su peso fuera capaz de manejar aquello, y menos conmigo encima. No se lo dije, claro.

-Vale. Pero no corras mucho, no tengo tanta confianza contigo como que me escuches gritar como una niña -aquella idea pareció hacerle mucha gracia.


Me llevó a un bar ante cuya puerta había un completo muestrario de motos, donde todo el mundo parecía conocerla y muchos de los parroquianos la saludaban chocando el puño con ella como hacen los jugadores de rugby en las películas americanas. Noté como varios de ellos me miraban con desconfianza. Al llegar a la mesa, vino una camarera rubia de grandes pechos a tomarnos el pedido.

-A mí ponme un tanque y un tequila. ¿Tú que vas a tomar?

-Coca cola, gracias -las dos me miraron con cara de sorpresa. -Bueno, no soy mucho de beber ¿pasa algo?

La camarera se dirigió a ella y le dijo: "tía, cada vez te traes a gente más rara".

-Ya te digo...


Bueno, al final sí que me tomé un par de cervezas. Y creo que un par de tequilas, también. No lo recuerdo todo de aquella noche, la verdad. Solo sé que cuando nos levantamos para irnos a casa me dijo:

-¿Hay alguien a quien tengas que avisar de que no vas a dormir a casa?

-No, vivo sol... ¿no voy a dormir en casa?

-No. A menos que eso suponga un problema.

-Tienes una manera rarísima de decir las cosas. ¿Ya no es costumbre preguntar antes si tengo novia o algo así?

-Me importa una mierda si estás casado o vives con tu madre. Es tarde y he bebido bastante, así que no me apetece llevarte a tu casa. Lo único que no quiero es que alguien llame a la policía porque no has aparecido en toda la noche... Eso sí, no te hagas ilusiones. Que duermas en mi casa no te garantiza que me vaya a acostar conmigo.

-¿No me garantiza? -pregunté yo, cada vez menos seguro de nada.


Podría contar que cuando llegamos a su casa le arranqué toda la ropa y le hice el amor violentamente, pero seguramente no me creeríais. Supongo que os lo creeríais mucho más si os digo que fue al revés. Da igual, porque yo soy un caballero y no voy a hablar de eso. Solo digamos que... estuvo bien.

Durante las siguientes semanas nos vimos más veces. A menudo el plan era parecido. A veces me recogía el sábado y entonces era imposible saber lo que iba a pasar. Podía acabar en una barbacoa rodeado de 40 moteros o haciendo puenting. Tengo que decir que durante ese tiempo no me aburrí demasiado. Yo no le preguntaba que hacía cuando no estaba conmigo y ella no lo hacía conmigo. Supongo que era bastante obvio para los dos que su manteníamos una relación (si es que se le podía aplicar ese nombre) abierta. Aunque probablemente su parte fuera más abierta que la mía.


Un día que saqué el tema me confesó que había dejado de ver a nadie más.

-¿En serio? -dije sinceramente sorprendido.

-Si -pareció ligeramente incómoda- Al parecer, tengo suficiente contigo. ¿Para qué complicar las cosas?

-Y entonces ¿por qué no nos vemos más? -pregunté yo.

-Bueno... no soy una chica acostumbrada a que me monopolicen. Supongo que he estado evitando meterme en una relación demasiado tiempo.

Creo que durante todo ese tiempo cada día que no la veía trataba de no pensar -pero pensaba- que cuando no estaba conmigo estaba por ahí de bares acostándose aleatoriamente con el tío que le apeteciera esa noche. A veces es curioso ver la imagen que nos construimos de la gente. A menudo malinterpretamos a la gente por no preguntar las cosas.

-Estás sonriendo -dijo.

-Perdón.

-No, me gusta. Me da un poco de miedo, pero me gusta.

-No estás muy acostumbrada a abrirte a los hombres.

-Bueno, eso...

-Quería decir a sincerarte, idiota -se rió. Me encantaba su forma de reír. Y de tomarme el pelo.

-No, supongo que no. No antes de ti.

-¿Es pronto para dejar un cepillo de dientes en tu casa, o que tú dejes uno en la mía?

-Mmm... espero que no estés pensando en presentarme a tu madre...

-No entres en pánico todavía. Solo he dicho lo que he dicho.

Supongo que es difícil hacer que dos personas que no creen en las relaciones establezcan una, así que nos limitamos a ir viendo que pasa. No sabemos realmente lo que somos. Cuando hablamos el uno del otro lo hacemos por nuestro nombre, puesto que no estamos seguros de que ninguno de los apelativos de 'pareja' existentes nos sienten bien. Bueno, tengo que reconocer que cuando hablo de ella con amigos suelo decir 'mi india', pero espero que no se entere nunca o me dará una paliza.

Reconozco que nunca tuve muchas esperanzas de que no me diera la patada en cuanto descubriera que estaba con alguien, pero la cosa es que seguimos adelante. Y cada vez me gusta más.

Al final sí que averigüé como se llamaba un periodo de más de tres años con un alguien. Se llamaba Ainara. Y no sé cuánto tiempo dura, pero espero que dure más de eso...

11 comentarios:

Princesa dijo...

Muy bonito, si señor! es que de los moteros es fácil dejarse llevar...yo quiero una custom ya. Besos.

J. Lozano dijo...

Me encantan este tipo de relatos cortos. Que lo sepas.

Juan dijo...

Muy guapo!

Me pasa lo que al tío del relato, no es mi tipo y no doy el tipo, pero me encantaría que me pasara algo así, una relación salvaje.

Muy evocador.

Islander ! dijo...

:)) Cuentas las cosas muy bien, muy amenas, chachi que sí.

Gárgamel dijo...

Que bonito cuando te pones romanticón...

Totoro dijo...

chapeau! plas-plas-plas

Anusky66 dijo...

que historia mas bonita ,es romántica sin ser pastelosa ,genial!!

Unbesazo

Barbijaputa dijo...

A mí me ha caído mal ella.
Has conseguido que odie a un PJ, eso es que lo haces bien.

Barbijaputa dijo...

Y tal (seguimiento)

mantequilla voladora dijo...

Uouoo. Mola ^^

Blanco Humano dijo...

Princesa: Pues seguro que te sentaba muy bien. Compra dos, que yo también quiero una...

Sr. Cuervo: ¿en serio? pues gracias. Es posible que siga haciéndolos...

Juan: Creo que a todos nos gustaría de vez en cuando...

Islander!: Gracias, guapa. A ver si se me ocurren más...

Gárgamel: Si es que en el fondo soy una nenaza, ya lo sabes...

Totoro: gracias! No estaba yo muy convencido, no te creas...

Anusky: pues esta me ha costado escribirla, que se me dan mejor las dramáticas. Me apetecía hacer algo así...

Barbijaputa: pero tú porque eres celotípica. Aunque te reconozco que tiene una cosa un poco molesta que no noté hasta que tú me lo hiciste notar, perra.

mantequilla voladora: gracias, guapa. Me alegra de que te guste.