No quiero ser pesado, pero la actualidad es lo que tiene. Como decíamos
ayer, el fin del mundo se acerca, pero despacio. Al parecer les ha parecido feo terminar definitivamente con
la vida, el universo y todo lo demás antes de las olimpiadas y tal y como nos recuerdan desde
microsiervos,
la Máquina del Día del Juicio el
Gran Colisionador de Hadrones se pondrá en funcionamiento al parecer el
10 de septiembre, aunque los Hadrones propiamente dichos parece que no empezarán a colisionar hasta un poco más adelante. Calculo yo que el fin del mundo sobrevendrá inesperadamente más o menos para cuando se nos empiece a pasar el síndrome post-vacacional (lo que bien mirado es una p*t*d*), o puede que incluso más adelante, cuando estemos empezando a contar los días hasta las vacaciones de navidad. Que también digo yo que si sirve para evitar las comidas familiares y los villancicos de niños chillones, tampoco me parece mal del todo. Yo es que soy muy de mirar el lado bueno, es lo que tengo.
“No se ofusque con este terror tecnológico que ha construido. La posibilidad de destruir un planeta es algo insignificante comparado con el poder de la fuerza” Bueno, si vives en el mismo planeta, a lo mejor que lo destruyan ya no te parece tan insignificante... El caso es que cuando el viernes me sonó el despertador para ir a trabajar me extrañó que la vida después de la muerte se pareciera tanto a la vida antes de la muerte, pero claro, como nadie ha vuelto para contarlo -nadie de mi círculo cercano al menos-, pensé que lo mismo tenía que ser así. Bueno, en realidad pensé "menuda m**rd* tener que madrugar, con lo bien que se tiene que estar ahora mismo tocando el arpa en una nube", pero bueno. De hecho cuando llegué al curro y ví que el aire acondicionado no funcionaba, empecé a sospechar que después de todo si que había muerto y estaba en el infierno...
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