viernes, 13 de marzo de 2015

Blitz, de David Trueba (la crítica)

David Trueba es un joven creador (bueno, 45 tacos; la verdad es que pensaba que era más joven hasta que lo he mirado en la wikipedia) conocido fundamentalmente por su labor como director y guionista de cine. Debo confesar que no soy mucho de cine español (le faltan explosiones y le sobra drama social, para mi gusto) pero vi Madrid, 1984 y no me pareció mal (María Valverde en bolas en un cuarto de baño durante 3/4 partes del metraje, sólo eso ya justifica su visionado, en mi opinión). Por tanto pensé que este libro había de depararme, como mínimo, una agradable lectura. Qué gran error por mi parte.


Menos conocido como su faceta de novelista, tiene publicadas cinco novelas, de las cuales una ha sido premiada con el Premio Nacional de la Crítica (Saber perder) lo que es suficiente para que leer su última novedad en el metro te haga parecer un tipo interesante con inquietudes intelectuales, lo que no está nada mal (podéis probar si queréis con Lo que más me gusta es rascarme los sobacos de Charles Bukowski y veréis como, a pesar de ser mucho más sesuda, os hace parecer mucho menos interesantes y bastante más zafios).


La novela del director es un tour de force, un ejercicio estilístico finísimo, en el que juega con el tiempo de una manera magistral. Comienza con una portada minimal y superestilosa que ya hace pensar que será algo digno de una mente superior (y no me digáis que la portada la escoge el editor porque el mismo dibujo se repite en el interior, con la excusa que lo ha dibujado el mismo protagonista como autoretrato -que no se lo cree ni él, claro, porque está dibujado de espaldas, lo que requiere un juego de espejos digno de Norman Rockwell). El título en alemán ya echa para atrás un poco, porque además no explica su significado, como esos libros supersesudos de Ortega y Gasset (sí, he leído La rebelión de las masas ¿Qué pasa?) en los que ponía un montón de citas en inglés, alemán y latín sin traducirlas como diciendo "si no sabes tantos idiomas como yo, igual no deberías estar leyendo esto*".


Bueno, como cualquiera que haya visto documentales sobre la segunda guerra mundial sabe, blitz significa relámpago (y de ahí blitzkrieg "guerra relámpago"; antes de que lo preguntéis, desconozco lo que significa blitzkrieg bop). Al principio del libro hay un poema de Emily Dickinson (en inglés original, cómo no, aunque traducido más abajo para hacernos sentir mal con nuestra escaso manejo de la lengua de Shakespeare) que menciona el relámpago tangencialmente al hablar de la Verdad (así, con mayúsculas). Esto ya nos hace ver que se trata de un libro que vamos a tener que dejar bien cuando nos pregunten por él, así nos parezca un truño (bien jugado, David).


La novela empieza con un mensaje demoledor que paso a transcribir:
"aún no le he dicho nada. me cuesta tanto. uff. tq ♥".
Así, sin mayúsculas, con un tq y un corazón. Ya solo por el valor de hacer esto, esta obra merecería estar en lo más alto de las letras hispanas. Implica una capacidad de trasgresión que ríete tú de Joyce. Pero eso no es todo. La siguiente fase sentencia "Pero el mensaje no era para mí". No había arrancado una obra con tal rotundidad desde Kafka. (Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto). A partir de ahí la obra realiza un flashback en forma de monólogo interior que explica brevemente cómo se llega a la situación presente. Beto es un joven paisajista que llega a Múnich sin ser muy consciente de que su relación sentimental con una hermosa pretendiente a actriz -fracasada- exnovia de un cantante de cierto éxito, se está derrumbando. En mi opinión hay algo de grandeza ya en la definición de los personajes: un arquitecto que ha terminado diseñando jardines en plena crisis, lo que hace de la suya una labor totalmente superflua (y sin fondos municipales para contratarle, que es lo que a él le afecta, algo no muy distinto si lo pensamos de la labor de cineasta en la época de sequía de subvenciones), una actriz muy bella pero con una carrera que no ha llegado a despegar y cuyo mayor logro fue tener una relación con un cantoautor uruguayo de éxito moderado (y pese a todo, el más exitoso de los tres) del que ya se aclara que compartió gira con Jorge Drexler (supongo que para evitar que le pongamos nombre y apellido).


(A partir de aquí temo que van a ser inevitable colar algún spoiler para un análisis medianamente solvente, por lo que recomiendo a los que pretendan leer la obra que pasen directamente al párrafo final y ya si eso decidan si volver y leer el resto la reseña o no)


Más allá de la inevitable ruptura (anunciada en la primera frase) o de las andanzas de un arquitecto español perdido en Alemania en busca de ganar un concurso de paisajismo que ya desde el principio él mismo nos anuncia que no se veía capaz de ganar ("Yo fui el primer sorprendido de que seleccionaran mi 'Jardin de los tres minutos' entre los finalistas") la novela nos habla del paso del tiempo. Y no lo hace con sutileza. Ya en la cuarta página se nos describe (¡incluso con dibujos!) el proyecto de un jardín con relojes de arena para que cuando alguien se siente en un banco pueda calcular sus tres minutos de relax. Detengámonos un segundo para apreciar la ironía que nos presenta el autor. Tres minutos de relax. Un arquitecto paisajista que más adelante se declarará admirador de otro diseñador de jardines japonés, país conocido por sus magníficos jardines zen en los que el tiempo parece detenerse y la mano del diseñador debe ser difícil de advertir salvo por la caprichosa disposición de las piedras, tiene la idea de diseñar un jardín en el que puedes medir visualmente lo breve del tiempo del que dispones para relajarte. Como el relojito de Windows, vaya. Un disparate enorme a todas luces, que nos hace ver lo absurdo de la condición humana ya desde las primeras páginas. Bravo.


Pero la genialidad del uso del tiempo no se detiene ahí. Los capítulos se dividen por meses comenzando por Enero y acabando en Diciembre, en lo que abarca un año de viaje vital de nuestro protagonista por el periplo de la vida. Pero este reparto de meses no es equitativo. El primero de ellos, Enero, en el que se nos cuenta la ruptura, requiere 114 páginas. Sin embargo los 11 restantes tan sólo necesitan apenas 26, habiendo meses que ocupan tan sólo una o dos. Y esto está obviamente justificado ¿No es cierto que para el sufriente el tiempo se ralentiza de una forma dolorosa, hasta casi parecer que se detiene? Pues así nos lo transmite el autor de la novela (que digo novela, libro de la vida, slice of life) que eterniza fragmentos de una manera que hace que a nosotros también la lectura del libro se nos antoje eterna. Y tan magistralmente lo hace que incluso los capítulos más breves resultan insufribles al extremo por la interrupción que realizan de la acción principal de la historia para detenerse en pequeños detalles carentes de interés. Un ejercicio de estilo así puede tener mérito cuando escribes una trilogía del tamaño del El señor de los anillos (cuyo tomo dos logra la maravillosidad de que lo terminas y dices ¿de verdad hacía falta escribir este tomo?) pero alcanza niveles de genialidad absoluta cuando consigue que una obra de apenas 166 páginas (muchas de ellas medio vacías o con dibujos) se haga realmente eterna. Una vez más, BRAVO.


Temo que parte de la crítica se quedará con el poco creíble romance de Beto con una mujer madura ignorando el hecho de que Helga es la intérprete del congreso y por tanto la única persona que nuestro protagonista conoce en Múnich. Podía haber sido un marine afroamericano o un golden retriever, tanto da. Beto es un hombre en las manos del azar que en ningún momento parece ser dueño de su propio destino, al que los dioses, quizás ofendidos por su atrevimiento de tratar de atrapar el reposo de los humanos en jardines llenos de relojes, le hacen pasar por todo tipo de situaciones vergonzantes y ridículas, como que pierda su móvil porque al día siguiente de la ruptura trate de masturbarse con él en la ducha mirando fotos de la mujer que le acaba de abandonar, o que se quede sin dinero en un arranque absurdo al adquirir un teléfono de gama alta para sustituir al bien perdido (obviamente trata de compensar con ello inconscientemente la pérdida de esas fotos de su exnovia desnuda que ya nunca podrá tener). Es por esto que Beto no elige en ningún momento enamorarse de una señora con nietos (me niego a llamarla abuela) simplemente es lo primero que tiene a mano. Ahí reside la grandeza de ello.


Vemos más muestras de que Beto es el clásico héroe griego a merced del capricho de los dioses en que otro de los invitados al congreso sea una suerte de némesis de nuestro protagonista (por motivos que no acaba de aclarar, más allá de que hayan coincido en algún otro concurso y le haya ganado un par de ellos) con el que compartirá una de esas situaciones que te hacen sentir vergüenza ajena por el protagonista más que simpatía y que por motivos igual de inexplicados lo acaba acogiendo para que trabaje con él (un deus ex machina en toda regla que volverá a repetirse más adelante).


Todo en la novela se antoja absurdo y ridículo, visto además bajo una luz cruel de tubo de neon, que lejos de edulcorarlo o suavizarlo como se suele hacer en literatura, hace parecer vulgares las situaciones más cotidianas, cuando no directamente repulsivas. David Trueba usa la voz de Beto para narrar con un estilo pueril, casi naïf, que nos hace comprender que la falta de estilización de las situaciones reflejadas pretende hacernos reflexionar sobre ellas, como los actos sexuales narrados con todo tipo de detalles, cual película pornográfica gerontófila. Todo ello sazonado con comentarios y bromas un tanto burdos que nos hacen reflexionar sobre la fatuidad de la existencia humana y en concreto de la de nuestro protagonista, que es un completo patán.


Hubiera sido muy fácil para el autor presentarnos al típico joven agobiado por la crisis en España que tiene que escapar a Alemania para subsistir, donde encuentra el amor en brazos de una mujer madura porque es capaz de ver más allá de la pérdida de su juventud en la calidez de una persona valiosa por su experiencia, más allá de sus arrugas y sus flacideces. Sin embargo David Trueba elige el camino difícil y es capaz de presentarnos a un personaje sin talento ni éxito que ha obtenido lo poco que tiene de casualidad y se sigue manejando durante todo su trayecto vital a la deriva por donde le llevan las corrientes del azar, tan sólo obsesionado con la idea de los relojes de arena (la única que parece auténticamente suya, y que finalmente le da algo de rendimiento al convertirla en una app para móviles, pero sólo porque se lo sugiere su antiguo archienemigo -de nuevo el deus ex machina) hasta tal punto que cuando finalmente decide tomar las riendas de su vida (en un desenlace que no revelaré pero que resulta obvio mucho antes de terminar el libro) no parece que lo esté haciendo en absoluto, sino más bien repitiendo el único truco que sabe hacer, en una metáfora de la generación perdida a la que pertenece, sin motivación, sin metas, sin futuro ni esperanzas.


Esta es una obra de la que me gustaría decir que es un truño insoportable, pero que no puedo por los motivos apuntados más arriba. Estoy convencido de que toda la crítica la aclamará como una pequeña gran novela y como mínimo nos granjeará la admiración y simpatía de gente con la que la comentemos como personas cultas y de sensibilidad. Podríamos haber dedicado este tiempo a leer (o incluso releer) grandes obras como A sangre fría de Capote o El americano impasible de Greene, pero nada nos hará parecer más cool como llevar este libro bajo el brazo de un sitio a otro (con la ventaja de que como es cortito, pesa poco). Realmente si has leído esta reseña ni siquiera te hará falta leer el libro, te vale para una conversación literaria de nivel medio. Un must en toda regla.


Obra mencionada -si bien es cierto que tangencialmente- de Norman Rockwell- ¿Que os esperabais, la portada del libro? Si queréis reseñas serias id a El buscalibros, coñoyá. Aquí el que elige las fotos es el mono y pone lo que le rota.


Disclaimer: esta absurdez ha sido responsabilidad de la mente enferma de Molinos por motivos que sólo ella sabrá y que espero que la hagan ir al infierno o a algún sitio peor como quizás Valladolid. Por lo demás, si alguien quiere ver otra reseña de la misma obra pero escrita en serio buena de verdad, puede encontrarla en su blog.


*En realidad el nombre del libro se explica en la última línea de tal forma que podría haberse llamado perfectamente Rompeculos o Los Muertos, PORQUE ES EL NOMBRE DE UNA CALA. Una genialidad más del autor, aunar de esa forma lo metafórico y lo mundano. BRAVO y mil veces BRAVO.

4 comentarios:

molinos dijo...

Ha sido divertidísimo. Seguro que a Trueba no le hace tanta gracia demostrando que su sentido del humor es falso pero para nosotros ha sido una juerga. Y deberíamos haber dicho que estábamos dispuestos a loarlo si hubiera sido posible.

Lo próximo una peli.

Blanco Humano dijo...

Sí, eso es verdad, me lo he pasado bomba. Por David yo estoy tranquilo porque no soy nadie, aunque ya me metió una colleja Álex de la Iglesia por hacer una broma con Balada Triste de Trompeta en tuiter cuando tenía 300 followers, así que no descarto nada. Ahora, a ti lo mismo te llama su agente para mandarte unos rumanos o algo, ándate con ojo.

Yo de todas maneras estoy pensando poner un disclaimer advirtiendo que por un módico precio estoy dispuesto a hablar bien de Satán si es necesario. Todo sería hablarlo.

Y de acuerdo con lo de la peli, pero ahí nos va a costar todavía más ponernos de acuerdo. Yo votaría por algo que no fuera de estreno para poder verlo cómodamente en casa tomando notas y tal. Pero si la peli es estreno y apetece, todo es negociable.

José L. Solé dijo...

La acabo de leer, no está mal hombre tal como está el patio literario patrio... y además se lee en un blitz y eso.
Da la sensación de que te ha gustado algo más de lo que esperabas y parece que eso te jodiera por algún motivo que lógicamente no alcanzo a comprender, claro tío si no te conozco de ná, aunque tu reseña me parece realmente GRAAAANDE, felicidades, tío, en serio te lo digo!. Perspectivas paisajísticas te da la vida... ¡anda que no!

Saludos.-

Blanco Humano dijo...

Gracias XD.