Recientemente he decidido cambiar de teléfono móvil. Cada
vez que tengo que realizar un proceso de toma de decisiones de cierto
calibre me bloqueo y no puedo evitar terminar haciéndome preguntas como: ¿Seré
normal? ¿Cómo toman las decisiones los demás? ¿Necesito ayuda especializada en
forma de antisicóticos y/o terapia electroconvulsiva (por si lo queréis saber,
las respuestas a estas preguntas son: no, me la pela y por supuesto que sí. En
ese orden).
Y lo peor, es que en el fondo sospecho que la decisión ya
está tomada. Tengo la teoría de que nosotros creemos que hacemos las cosas pero
realmente es una ficción. Es decir, el cerebro toma las decisiones y las hace,
y hay una especie de subproducto de la actividad cerebral que cree que es el
que reflexiona y toma las decisiones razonadamente. Quizás esta teoría os haga
explotar la cabeza, pero ahora os voy a dejar locos del todo: no es mía. De
hecho hay estudios científicos que parecen apoyarla (soy demasiado perezoso
para buscar una bibliografía que de todas formas no vais a leer; en cualquier
caso, no he visto este Redes porque soy más del concurso ese que forjan espadas
para ver cuál es mejor, pero malo será que no lo comenten: http://www.rtve.es/television/20110213/redes-decisiones-son-inconscientes/406109.shtml).
El caso es que esta teoría parece encajar bastante bien con
cómo tomo yo mis decisiones. O al menos, algunas de ellas. Obviamente para las
decisiones normales (comprar una bicicleta, elegir un vino para la cena, seleccionar
pareja para formar una familia… lo que sea), en las que no tengo una opinión
previa, hay un algoritmo muy eficaz que consiste en elegir el de en medio. Es
decir, tú tienes tres precios. Descartas automáticamente el barato porque
seguramente sea muy malo, el caro por ser demasiado y te quedas con el
intermedio que piensas que mágicamente será el que tiene mejor relación
calidad/precio. Es cierto que antes esto era mucho más sencillo, porque en los
comercios lo sabían y normalmente te ponían tres productos de cada cosa para que
pudieras elegir (a menudo directamente los de precio medio en el estante que
estaba a la altura de los ojos). Actualmente esto no es así -y cada uno tendrá
sus propias teorías, pero yo creo que la culpa es de los illuminatti (y no, no
voy a ponerme a explicar esta teoría ahora). Ahora hay literalmente cientos de
productos para elegir ante cada compra. Sobre este tema hay un libro muy
interesante de Barry Schwartz (que no he leído) titulado “La paradoja de la elección”
(me temo que está agotado en castellano, pero aquí podéis ver una breve
conferencia del autor sobre el tema).
El bueno de Barry explica lo complicado que es actualmente tomar decisiones e
incluso no solo eso, sino que paradójicamente (de ahí el título) el hecho de
tener más opciones nos termina dejando más insatisfechos con la elección final
porque ponemos demasiadas expectativas en las ventajas del producto.
Hay otro tipo de decisiones, que son precisamente las que
sospecho que toma el cerebro de forma inconsciente y a las que llamaremos ‘contaminadas’.
Aquí ves algo que te llama la atención (es decir, que por lo que sea te ha
gustado) pero quieres investigar para asegurarte de que tu decisión es
racional. Esto es una total pérdida de tiempo, porque realmente te dedicas a
buscar información que confirme que ese es el artículo que te interesa.
Porque es el mejor, porque se ajusta a tus necesidades, por lo que sea. Se
minimizan los posibles defectos y se magnifican enormemente sus virtudes. Al
final temo que no exista tal cosa como una “compra razonada”.
La mayoría de gente vive sus vidas de esta forma tomando
decisiones no razonadas (o razonadas erróneamente a posteriori) y viven felices
sin saberlo. O sabiéndolo pero dándoles igual. Yo tengo tendencia a pensar mucho
sobre las cosas (incluso sobrepensar, que es un verbo que no existe en
castellano pero que tenemos que importar del inglés, pero ya). Aunque no creo
que ese sea el problema. En realidad creo que mi problema es que yo soy una persona
enormemente indecisa y de gustos volubles y eso me genera incertidumbre. Porque
vale, a mí este teléfono (el que sea, no vamos a señalar ahora) me ha llamado
la atención porque me parece mono. Podría comprarlo y ya está, pero ¿me seguirá
gustando cuando lo haya comprado, o resultará que inconvenientes en los que no
había pensado? ¿Seguirá colmando mis expectativas dentro de un mes, seis meses,
dos años? Cuando esté en mi lecho de muerte rodeado de mis seres amados ¿me iré
en paz o lo haré atormentado por el arrepentimiento de haberme comprado el
teléfono equivocado?
En este estado de cosas, cada vez que tengo que comprar algo
me bloqueo totalmente. Pienso “¿será este el mejor artículo posible por el
precio que quiero pagar?”. E incluso “¿estará bien, o merecerá la pena pagar
algo más para tener una experiencia más satisfactoria?”. Y esto me pasa con
cualquier cosa, desde un mp3 acuático (ya sé que la mayoría de vosotros ni
siquiera sabéis que tal cosa existe; nadar es muy aburrido ¿vale?) hasta una
linterna (por cierto, también tengo que comprar una linterna y el tema de los
lúmenes me parece que da para un ensayo; voy a tener que pedir una excedencia
del trabajo para hacer todo esto porque me está superando) o, como en este
caso, un teléfono (offtopic: ¿recordáis cuando había teléfonos fijos y a los
otros les llamábamos móviles? JAJAJA… PUES SOIS VIEJOS).
Todo esto se agrava porque hay un tipo de persona muy odiosa
(hace poco se les llamaba cuñados,
pero creo que ese término ha pasado de moda; a saber cómo se llaman esta
semana) que siempre parecen saber de todo más que tú y comprar cosas mejores y
más baratas (hay mala gente en mi entorno cercano que dice que yo soy uno de
ellos; tengo un mensaje para esa gente: IRSEN A LA MIERDA). Es decir, tú antes
podías solucionar el problema a golpe de talonario (¿todavía se entiende esta
expresión? ¿existen al menos los talonarios?) comprando el producto más caro
que te pudieras permitir y en paz. ERROR. Ahora si gastas demasiado en algo
puedes parecer fácilmente un pringado, a no ser que seas capaz de justificar tu
respuesta (aunque sea con argumentos tan peregrinos como “sí, es un poco más
caro, pero es que el bluetooth tiene protocolo aptX y claro, eso se paga”).
Pero en realidad creo que estoy poniendo una excusa. A mí
realmente me da igual que un cuñado opine que soy tonto si pago por un móvil de
marca cuando podría tener uno chino que hace lo mismo. Para empezar, podría
discutir filosóficamente (y lo he hecho a menudo durante horas, especialmente
después de unas cuantas cervezas) el concepto de “lo mismo”. A lo mejor a
alguien le puede parecer que es lo mismo comer un bocadillo en una tasca
grasienta que degustar un maravilloso menú en un restaurante con tres estrellas
Michelin. Y no voy a negar que a menudo me puede apetecer comer un bocadillo
grasiento (siempre que la calidad del bocadillo sea digna, no hablo de esos
bocadillos en los que el pan tiene la elasticidad del chicle). Pero si alguien
opina que comer es comer y da igual lo que se esté comiendo, no voy a seguir
discutiendo este tema con esta persona (e incluso si insiste es posible que le
diga lo que me puede comer, si le da lo mismo una cosa que otra).
De todos modos he puesto un caso extremo para explicar mi
argumento. Lo cierto es que normalmente la distinción no está tan clara. Hay
una inmensa zona gris en la que uno se puede preguntar “¿realmente merece la
pena gastar algo más, o estoy tirando el dinero?”. Y entiendo que obviamente
esto puede depender mucho de cada persona. Una persona puede pensar que para lo
que va a hacer con el teléfono con un gama baja de 150€ tiene más que
suficiente, y otra persona puede creer que realmente es necesario gastarse 900 pavos
o más en un “flagship”. Y probablemente esa última persona sea la que se
encarga de hacer las reseñas en internet (y por cierto, que sepáis que soy fan
de los anglicismos como el que más cuando son necesarios, pero en este caso “buque
insignia” sirve igual y se entiende perfectamente).
Ah, los analistas. Ese maravilloso mundo. Esa gente que solo
se dedica a analizar teléfonos de gama alta (o Premium, que son lo siguiente) y
que cuando mencionan teléfonos de menos dinero lo hacen con un aire de
condescendencia irritante (“no está mal para lo que vale”). Vamos a ver ¿pero
vosotros sabéis lo que vale un teléfono ahora mismo?
Alguno quizás puede pensar que en el mercado de los
teléfonos móviles se ha exagerado ligeramente con los precios últimamente. No
podéis estar más equivocados. El mercado de los móviles está totalmente
descontrolado, se ha perdido el norte. Es el caos, el apocalipsis, el fin de
los tiempos. Antes, y no hablo de hace tanto tiempo un teléfono de 500 o 600
euros era carísimo (yo incluso recuerdo un tiempo en el que los teléfonos te
los regalaban, pero de eso creo que sí que hace más tiempo; todavía se pagaba
en pesetas y por zonas remotas de Cuenca podían verse pastando a los últimos
dinosaurios). Actualmente hay teléfonos de 800, 900 e incluso 1000 euros (bueno,
en la página de Apple hay algo llamado “iPhone Xs Max” que pone “desde
1.259 €”, pero entiendo que se trata de algún tipo de paquete vacacional,
porque un teléfono no puede costar tanto).
Vamos a ver: si yo me gasto 800 pavos en un teléfono, quiero
que mejore mi vida sexual. Quiero que la maciza del instituto repentinamente me
llame porque se ha acordado de que tenía que haber tenido sexo conmigo e
insista en venir a casa a compensarme todos estos años de abandono con un par
de amigas. Quiero que la gente me vea más alto, más guapo y exageradamente más
inteligente. Y eso con 800 euros. Si yo me gasto 1000 pavazos en un móvil, quiero adquirir superpoderes. Quiero ser capaz
de atravesar paredes a puñetazos, poder viajar atrás en el tiempo para poder
evitar errores de la humanidad como el nazismo o tele5 y poder volar, aunque
sea cortas distancias (no digo yo vuelos transoceánicos, para eso entendería
tener que pagar ya 1200). Quiero tener rayos x en los ojos y poder lanzar rayos
contra mis enemigos. Cosas así.
Pues lo más gracioso es que te pones a leer reseñas de
teléfonos de 900 o mil pavos y ponen cosas como “las fotografías en condiciones
de baja luminosidad podrían ser mejores”
¿Qué coño significa eso? Es como decir “el Batmóvil está bien, pero podría ser
mejor”. Literalmente TODO podría ser mejor. Hasta Rihanna podría ser mejor (aunque
a mí solo se me ocurre mejorarla poniéndole wifi).
Mi pregunta es ¿me merece algún teléfono a mí pagar los putos 900 pavos que
cuesta o no? Y el problema es que nadie te puede decir eso. Lo que yo
necesitaría es poder ir al futuro, -digamos a dentro de seis meses o un año- y
preguntarle a mi yo del futuro si está satisfecho con la experiencia. Pero
satisfecho en plan que camine por la calle flotando a un palmo del suelo de
puro éxtasis. Porque como me diga “bah, está bien; pero podría ser mejor” ese
cabrón se jode y se tira todo ese tiempo con un móvil de 200 pavos. A ver qué
opina entonces.
De todas formas, yo tengo una teoría del consumo que se basa
en dos puntos y que paso a detallar. A saber:
1)
Que el dinero está bien, pero son mucho mejores
las cosas que se pueden obtener con él. Es decir, si me ahorro 200 pavos en un
móvil y los dejo en el banco, esos 200 pavos no me están reportando nada de
felicidad. Ahora, si esos 200 pavos se convierten en un móvil que haga un café
estupendo (que esto no se ha inventado aún, pero yo creo que sería utilísimo)
lo mismo me aporta una enorme satisfacción que justifica el gasto.
2) Que las cosas se tienen que comprar con las
tripas. Algo que compras, especialmente si cuesta un cierto dinero, te tiene que
dar un vuelco en el corazón. Y si no lo hace, es que estás gastando demasiado
dinero o demasiado poco. Si algo no te hace ilusión ¿para qué lo compras? Si es
una simple necesidad pero te hace cero ilusión, mi consejo es gastarte lo
mínimo. Si hay algo que te gusta pero no te lo puedes permitir, igual deberías
dejar de ser pobre. Prueba a ganar la lotería o accede a tener relaciones
sexuales con alguien que te lo pueda pagar. No digo que sea algo que yo haría,
pero creo que a mucha gente le funciona. Es broma. Quería decir que lo mismo te
merece la pena ahorrar algo más hasta que te llegue. Quizás eliminando gastos
superfluos como comida o calefacción. Perdón, es broma otra vez. Aparentemente
no puedo dejar de hacerlo.
y 3)
He dicho dos puntos ¿Es que no estáis prestando atención?
Bueno pues con esto creo que ya estaría, porque veo que me
estoy alargando. Ah, sí. Supongo que queréis saber qué móvil me he pillado al
final. Pues vais a tener que esperar al siguiente post.